-Le aseguro que no está envenenado –dijo Cati vertiendo el negro líquido en una taza.
Xavier olió la taza y sorbió un poco de su contenido. Sabía a café. Claro que no siempre los venenos se podían detectar tan fácilmente. Vio como sus anfitriones bebían de sus tazas sin pensárselo dos veces. A lo mejor estaban inmunizados. Decidió arriesgarse y que fuera lo que Dios quisiera. Al menos las pastas estaban deliciosas, así que si debía morir lo haría con una buena sensación en su estómago.
-Fue todo muy rápido –comenzó a contar Monty- La gente de por aquí estaba la mayoría en la cabalgata de aquí así que no nos enteramos de lo que pasaba en Palma hasta que fue tarde.
-Perdona la interrupción –se excusó Xavier- Pero hay algo que me llama mucho la atención desde que entré en la ciudad y no me lo puedo quitar de la cabeza. ¿Es toda la ciudad igual de monótona y aburrida arquitectónicamente hablando?
Xavier hizo una pausa y continuó.
-Me refiero a que todos los edificios parecen iguales, y la distancia entre ellos es pequeña y parece que se te echan encima.
-Ah, eso… no, sólo en el casco antiguo –respondió Monty- A medida que la ciudad ha ido creciendo el estilo se ha diversificado. Pero supongo que es lo mismo que ocurre en todo el mundo con ciudades antiguas. Tendría que haber visto cómo era esto hace unos años antes de que la mayor parte del casco antiguo se convirtiera en zona peatonal. Los accidentes de coches eran constantes dado que no podían pasar dos coches por una calle sin rozarse y arañar la carrocería del otro coche… o de los edificios.
-Supongo que tendré que visitar otras zonas.
-No se lo recomiendo –le advirtió Monty- Digamos que hay cierta paranoia y es posible que la gente le dispare por confundirle con un zombi… accidentalmente… o por simple afición.
-Ya me advirtieron que los ‘inquers’ estaban algo… locos y de su afición por la pólvora pero creía que era una leyenda urbana entre vecinos.
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