Jornada 9. La Ira de Dios (196)


Díaz hizo una pausa para estudiar el rostro de Xavier que no mostraba su incomodidad y sí cierta curiosidad.

-Afortunadamente conmigo había varios fieles que creían, como yo, que Dios tenía un plan y que teníamos que ayudarle a llevarlo a cabo. Aprovechando mi condición estudié el castillo, sus entradas, la vigilancia y después de planearlo con mis compañeros una noche nos pusimos en marcha. Abrimos las puertas del castillo para que los zombis entraran y tomaran por sorpresa a los refugiados.

Xavier podía imaginarse el desastre que Díaz había ayudado a crear.

-¿Cómo se salvo usted y sus compañeros? –Preguntó con curiosidad, temiendo que sus compañeros de viaje fueran sus fanáticos ayudantes.

-Mis compañeros ahora estarán haciendo compañía al Señor.

Jornada 9. La Ira de Dios (195)


-¿Ve? ¡Otra señal! –dijo excitado Díaz- Es otra señal. ¿Qué más quieren como prueba? Dios convirtió a su siervo más devoto en zombi para que diera a conocer su mensaje y su misión. Que los muertos se están levantando para acabar con la Humanidad porque Dios se ha cansado de ella. No somos dignos de su cariño.

-Es una manera de verlo –dijo Xavier respirando aliviado de que su desliz no se volviera en su contra.

-Es la única manera de verlo. No se haga el escéptico conmigo. Estamos en la casa del Señor. Que nos hayamos encontrado en tierra sagrada es otra señal.

-Permítame el escepticismo, pero muchas señales ve usted. Pero me estaba contando sobre su tiempo en el castillo.

-Sí, al principio pensé que los militares, la policía y los periodistas se matarían entre ellos pero pareció que habían llegado a algún tipo de entendimiento y convivieron juntos… pero el Señor sabía de mi devoción y mandó a sus huestes contra el castillo. Al principio sólo eran una docena. Pero con el paso de los días… el bosque que rodeaba el castillo se fue llenando de los ángeles del apocalipsis y su cantidad se fue incrementando hasta un número de varios miles. Parecían estar esperando mi intervención… y yo no les decepcioné.

Jornada 9. La Ira de Dios (194)


-No, realmente los oficiales no estaban del todo cómodos con nuestra presencia. Creían que su autoridad podría verse rebajada. Pero al parecer tenían sus órdenes. Tal vez yo no estaba sólo en mi creencia de que los zombis eran enviados de Dios y había decidido que debía dejarles hacer su trabajo en paz. Poco después de nuestra llegada llegó un grupo de policías de la local y de periodistas.

Al decir eso último hizo el gesto de escupir en el suelo pero recordó dónde se encontraba y se paró.

-Periodistas… la peste de la humanidad. Una muestra de lo mal que está el mundo. Entraron exigiendo explicaciones. Por desgracia estaban acompañados de los policías sino… seguramente hubieran acabado todos fusilados.

-¿No cree en la libertad de expresión? –Preguntó Xavier que no se creía todo lo que estaba escuchando.

-Esa pandilla de rojos son unos tergiversadores anti-cristianos. Siempre tratando de denostar a la Iglesia con sus falsas informaciones como que el Papa anterior se había convertido en zombi o que los sacerdotes eran unos pedófilos que abusaban de niños…ridículo…

-En realidad lo del zombi sí fue cierto –le corrigió Xavier sin pensar en las consecuencias- Lo vi con mis propios ojos. Fue uno de los motivos por los que el camarlengo… decidió que yo sobraba.

Jornada 9. La Ira de Dios (193)


-¿Me está diciendo que fue por culpa suya que los militares no intervinieron? –Preguntó Xavier ocultando su enfado lo mejor que podía pero no su sorpresa.

-No, no, no, ya me hubiera gustado tener tanto poder. No –negó una vez más el padre Díaz- Cuando Dios me dio su señal enviando a los muertos a la cabalgata de Reyes, ¿metafórico verdad? Quiero decir… sus majestades orientales fueron los enviados de la humanidad para dar la bienvenida al hijo redentor. Y cuando la humanidad rememora ese aniversario… él manda a sus nuevos mensajeros… Si eso no es una señal divina…

Xavier se quedó en silencio recordando el atroz espectáculo que siguió a través de la televisión.

-Como le iba diciendo, al principio no sabía qué hacer, cuál era mi papel en todo aquello, pero mi inmediato superior, temiendo por mi seguridad me aconsejó que subiera al castillo, lugar en el que estaría protegido de aquellas… bestias irracionales. Decidí que necesitaba más tiempo y acepté la sugerencia. Me acompañaron varios religiosos más y juntos llegamos a las puertas del castillo que estaba controlado por los militares. Entramos sin problemas. ¿Quién le cierra las puertas a los representantes de la Santa Madre Iglesia? Así que nos instalamos ahí y yo comencé a pensar en qué debería hacer.

-¿Averiguó el motivo por el que los militares no intervinieron? –Preguntó Xavier sin poder ocultar su curiosidad.

Jornada 9. La Ira de Dios (192)


Xavier volvió a quedarse en silencio. Era complicado hablar con gente así. Siempre acababa perdiendo el hilo de la conversación y tenía que procurar no repetirse o mostrar demasiadas dudas. El caso es que fuera lo que fuera lo que tenía planeado Díaz para el futuro… no era bueno.

-Tiene que ayudarme a darle una lección a este pueblo lleno de salvajes que no respetan la religión ni temen la ira de Dios –insistió Díaz ante la alarma de Xavier- Yo sólo no podría… inmediatamente, pero juntos… la gente de este pueblo parece confiar en usted. Como confiaban en mí en el castillo de Bellver.

-¿El castillo de Bellver? –Preguntó Xavier que no sabía a qué se estaba refiriendo.

-Ah claro, que es usted extranjero –dijo Díaz con un cierto tono de disgusto- Seguramente se habrá fijado en la fortaleza que está en lo alto de un monte, a las afueras de la ciudad, se ve desde casi toda Palma.

Xavier recordaba el castillo que parecía vigilar a la ciudad en silencio como un guardián.

-Sí, lo recuerdo… pero tenía entendido que sólo podían acceder al mismo los militares. O eso me dijeron cuando me interese en visitarlo.

-Ser del clero te abre muchas puertas –Díaz sonrió misteriosamente ante lo que parecía ser un chiste privado- Así que cuando la señal de Dios llegó me encaminé al castillo para vigilar a sus habitantes y tratar de que no intervinieran en la tarea del Señor.

Jornada 9. La Ira de Dios (191)


Y ahora tocaba hablar de la biblioteca del Vaticano… siempre que aparecía alguna conspiración religiosa se acababa mencionando la dichosa biblioteca… la que él había visitado varias veces antes de ser expulsado miserablemente sin encontrar misteriosos textos. Pero claro, aquello no era precisamente un espacio pequeño y había una cantidad de textos que mantendrían a uno entretenido durante varias vidas… sin contar con los textos no traducidos.

-¿Y cómo explica… la violencia de los resucitados? –Preguntó Xavier tratando de calcular el nivel de fanatismo ante el que se enfrentaba.

-Es algo primario. Al igual que la necesidad de comer estando muertos. ¿No lo ve? Esos seres son naves vacías de alma pero que siguen recordando haber tenido una y tratando de recuperarla. Pero su función primaria es compartir su bendición con todo el mundo. Y nosotros debemos ayudarles.

Xavier se abstuvo de comentar lo que él hacía con esas naves vacías enviadas por Dios.

-Es cierto que este resurgimiento de los zombis parece… una señal; pero no estoy del todo convencido de que nuestra misión sea ayudarles a… salvar a los demás.

-Realmente no necesitan nuestra ayuda pero… nunca está de más estar del lado de los ganadores y del Señor.

Jornada 9. La Ira de Dios (190)


-Bueno… -Xavier dudaba, algo en su interior le decía que fuera alerta con esa persona- Fue un malentendido con el camarlengo… que luego fue nombrado Santo Padre. Digamos que no compartíamos el mensaje que la Iglesia debía dar sobre el tema de los zombis.

-Lo sabía –dijo con tono triunfante Díaz- Usted tampoco cree que sean enviados de Satán realmente sino enviados del Señor para salvarnos.

Xavier se quedó en silencio. Aquel hombre estaba loco… pero cualquiera le contradecía. Debía averiguar más antes de tomar una decisión.

-Al principio yo no lo veía claro –continuó Díaz- Yo también creía que era una señal del fin del mundo y me preparé para ello. Pero luego, a medida que pasaba el tiempo y pude pensar sobre ello… todas las señales estaban ahí. Sólo Dios o su hijo Jesucristo han podido resucitar a los muertos. La Biblia lo deja bien claro y está llena de ejemplos. El demonio no tiene ese poder. Así que debían ser enviados por el cielo.

Xavier continuó en silencio. La retorcida lógica de Díaz era algo contra lo que no se podía luchar, todos los fanáticos eran iguales; daba igual lo que dijeras que nunca destrozarías sus teorías.

-Pero en los escritos de la Biblia… no resucitan como seres irracionales –dijo tentativamente para tratar de encontrar hasta qué punto debía de tener cuidado con Díaz.

-A lo mejor a lo largo de los siglos los testimonios se han ido… transformando –respondió Díaz- creyendo que sería mejor adornar… la verdad para un público más acorde con los tiempos. ¿Acaso no es más romántico resucitar como si nada hubiera pasado que teniendo que explicar el mal olor o la piel que se cae? Y seguramente en la biblioteca secreta del Vaticano todavía hay algún ejemplar original y sin retocar.

Jornada 9. La Ira de Dios (189)


-Ha de tener en cuenta que han sufrido bastante en las últimas décadas –dijo Xavier con cuidado- Las pruebas a las que se han tenido que enfrentarse…

El padre Díaz hizo una pausa y sonrió. Algo en esa sonrisa hizo que Xavier se pusiera en alerta y retrocediera un paso poniendo algo más de distancia entre ellos. Y se había dejado la escopeta en la habitación de atrás…

-No crea que al final no le he reconocido… dijo Díaz lentamente- He tardado un poco pero… sé quién es usted.

-¿Un temeroso siervo de Dios? –Preguntó tentativamente Xavier tratando de bajar la tensión.

-No, usted es el excomulgado –sonrió el sacerdote de una forma que incomodó bastante a Xavier- El condenado por el Papa a vagar eternamente por la Tierra sin ser bien recibido en la casa del Señor… y sin embargo, aquí está.

-Puedo irme si le molesta –respondió Xavier alerta.

-Tonterías –dijo Díaz acercándose a Xavier y dándole una palmada en el hombro- Estamos en el mismo barco usted y yo.

-¿De verdad? –Preguntó sorprendido Xavier- ¿Y cómo es eso?

-Lo cierto es que recuerdo su caso porque… no hubo explicaciones claras sobre lo que pasó, y eso es extraño. No es que la Iglesia esté acostumbrada a dar explicaciones pero… en su caso sólo hubo el comunicado de expulsión y la prohibición de entrar en los santos lugares o ser ayudado… Qué estupidez. ¿me quiere explicar qué pasó realmente?

Jornada 9. La Ira de Dios (188)


-Una cosa no tiene nada que ver con la otra. Es el orden natural de las cosas. Los pobres rezan para ser perdonados y los ricos pagan. Pero la Iglesia y sus servidores es una constante universal. Somos la última línea de defensa contra el Diablo y sus huestes.

-No han hecho muy buen trabajo –señaló Xavier- Si fuera yo les pedía que me devolvieran el dinero.

-¿Los zombis? ¿Enviados de Satán? ¿Pero en qué mundo vive? Son enviados de Dios para salvar a la Humanidad. Ha llegado la hora del juicio final. La salvación está cerca y los justos y temerosos del Señor no deben temer nada.

Xavier suspiró. Estaba cara a cara con un defensor del Apocalipsis… otra vez. Ya había perdido la cuenta de las veces que se había encontrado con un fanático como ese que creía que todo aquello era obra de Dios… para salvarnos o condenarnos. Su línea de pensamiento era la misma daba igual la misión de los muertos vivientes. Y esa gente… era peligrosa. Muy peligrosa.

-Dígame, ¿forma parte usted de la misión? –Preguntó con precaución Xavier, consciente de que pisaba arenas movedizas.

-Por supuesto que parte de mi misión es conseguir que el mensaje de Dios se escuche alto y claro. Sobre todo entre los incrédulos… como los de este pueblo.

Jornada 9. La Ira de Dios (187)


Delirios de un hombre enfermo –se quejó Díaz- Para repoblar el planeta ya están los pobres que no tienen otra cosa que hacer.

-¿Seguro que es usted religioso? –Preguntó Xavier extrañado de escuchar tales afirmaciones- Sus ideas no parecen muy… católicas.

-¿Católicas? ¿Qué tiene que ver la verdad con la religión? De siempre ha habido gente rica y gente pobre. Los ricos se han divertido con sus cosas y los pobres se han encargado de proporcionar mano de obra barata dado que ésa es su función. Procrear y servir a los poderosos.

-Y a la Santa Madre Iglesia, supongo.

-Eso se da por descontando. Nosotros les damos esperanza… pero qué sabrá usted. Por cierto, ¿no estará aquí para robar? Porque no tengo dinero.

Xavier sonrió ante la idea de mostrarle su escopeta y asustarle un poco para bajarle los humos.

-El dinero por estos lugares no tiene sentido. Los ricos… bueno, no sé dónde están, pero en este pueblo seguro que no.

-Ya he visto que en este pueblo la gente es muy maleducada… y poco cristiana.

-Pero le han invitado a cenar y a dormir, ¿verdad?

-Es lo mínimo que debían hacer por un hombre de la Iglesia.

-Se lo tiene bastante creído. ¿No existe un pecado capital para el orgullo?