-¿Lo siento mucho? –Preguntó Xavier.
-Si hubiera sido construido aquí no habríamos tenido ese problema. Sabemos cómo ocuparnos de esos seres.
-Debo entender que no han tenido muchos problemas con los zombis…
-Oh, al contrario –le corrigió la persona en el balcón- Fuimos de los primeros en sufrir la estupidez de la gran ciudad. Pero nos las arreglamos sin problemas. Sin ayuda.
-Si no le molesta, ¿me lo podría contar? Por cierto, mi nombre es Xavier, vengo de Caimari –se presentó.
-Puede llamarme Rafael, aunque todo el mundo me conoce por aquí como Rafel –se presentó el hombre- ¿Y a qué viene tanto interés? ¿Está preparando un ataque a la ciudad y evaluando nuestras defensas?
-No, no, por favor –respondió Xavier- No tengo ningún afán de belicosidad. Soy un pobre escritor, historiador se podría decir.
-Por favor, cada vez me cae peor. Un autor… ¿sabe? No me caen excesivamente bien los artistas… no dan un palo al agua pero se las dan de intelectuales y siempre pretenden saber lo que es más correcto para todos. El mundo estaría mejor sin tantos libros ni tanto conocimiento. Al fin y al cabo, ¿para qué los necesitamos? No nos ayudan a defendernos de los zombis… ni han impedido que esto ocurra.