-Mamá pensó, mamá pensó –Se quejó Gerald- Tendrías que estar en la universidad labrándote una carrera.
-Máster en todo caso –le corrigió la conductora- Ya me saqué la carrera, deberías recordarlo; estuviste en mi graduación. ¿O ibas demasiado bebido y lo has olvidado?
-Sólo fue una vez, y de eso hace casi dos décadas –Rugió Gerald- Era una fiesta. No soy un alcohólico. Por el amor de Dios…
-Eso dicen todos –dijo Sarah divertida- Bueno, ¿vais a subir o preferís seguir andando hasta el hotel?
Gerald miró los dos vehículos y los reconoció enseguida. Eran dos de los minivolúmenes modificados con los motores que Henry había diseñado. Usaban un sistema eléctrico que junto a colectores solares instalados por la chapa del coche y un sistema de recuperación de energía inercial permitían casi un sistema cerrado de alimentación que hacía que fuera casi innecesario enchufarlo a la red eléctrica.
Pasó la mano por el capó con cierta mirada nostálgica. Qué recuerdos le traían aquellos vehículos. Notó como sus ojos se humedecían ligeramente al recordar al bueno del ingeniero. Tantas y tantas conversaciones que habían tenido durante la plaga, siempre tirándose puyas uno al otro debido a sus aficiones contrarias, a uno le gustaba Star Trek y al otro Star Wars. Cuando se enteró de su muerte se le cayó el alma al suelo. Era una de las pocas personas con las que se relacionaba por aquel entonces, y su muerte supuso un duro golpe. Daba igual que hubiera sido una muerte heroica.
Suspiró mientras hacía que su mente volviera a centrarse en el momento actual. Ya tendría tiempo de llorar a su amigo cuando estuvieran a salvo. Indicó a sus sobrinos que subieran al vehículo mientras él rodeaba el vehículo para abrir la puerta del asiento del acompañante y sentarse en el mismo.
Jordi se sentó detrás con sus sobrinos y el resto de su equipo se dirigió al otro vehículo.