-Así que no existe una seguridad de que esta cosa me vuele el brazo sin estar yo contaminado.
-No, es un prototipo. Sería un buen momento para volver a rezar, ¿verdad? Sólo por si acaso. Y trata de no juguetear con él, que nos conocemos. Podría explotar si intentas manipularlo.
-¿Y ahora qué hacemos?
-Voy a hablar con el general a ver qué piensa cuando le cuente lo que está pasando. Y reza para que no esté tan loco como tu capitán.
-¿De dónde coño habéis sacado estos trastos? –Preguntó molesto Manu mirando la pulsera.
-¿Oficialmente? Nuestros aliados soviéticos nos los han proporcionado para hacer pruebas de campo con ellos para ver cómo funcionan.
-¿Aliados… soviéticos? ¿En serio?
-Eso es lo que se dice oficialmente. Hipotéticamente hablando, a lo mejor el departamento de inteligencia militar español, el CESID, pudo conseguir sacar algunos prototipos de tierras comunistas y nuestros científicos averiguaran cómo funcionaban y construyeran varios prototipos que estaríamos probando aquí.
-Que me paso todo el día rodeado de explosivos joder. Reconozco uno cuando lo huelo.
-Si no huelen.
-Es una forma de hablar.
-Son unas pulseras experimentales. Miden el nivel en sangre de las células zombis y si pasen una cierta cifra… Boom. Pero antes empieza a emitir un pitido intenso de aviso.
-¿El nivel en sangre? ¿Estás gilipollas o qué? Para medir el nivel en sangre tendrían que tener acceso al mismo y esta cosa no me ha pinchado.
-Yo qué sé. Eso es lo que dice el manual de instrucciones traducido que nos han proporcionado.
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-Yo creo que están más confusos que otra cosa. No entienden que les hayamos salvado para ahora fusilarle. Ni siquiera yo lo entiendo.
-A ver tu muñeca.
Manu levantó el brazo como le peía su hermano y éste revisó una pulsera que llevaba alrededor de su muñeca y que les habían puesto a todos los que habían regresado del castillo, fueran supervivientes o no.
-Parece que los niveles están correctos –Dijo finalmente Joan aliviado.
-¿Me puedes confirmar una cosa? -Preguntó Manu algo nervioso- Esta pulsera lleva una carga explosiva, ¿verdad?
-¿Cómo lo sabes? –Preguntó alarmado Joan a su vez- Se supone que nadie debe saberlo para que no se pongan nerviosos.
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-Parece que era un productor de televisión o algo así y pudo ver cómo nuestras tropas huían de la Plaza de España cuando los zombis llegaron a ella y dejaron a los asistentes a la cabalgata de Reyes indefensos y sin saber lo que estaba pasando.
-Joder, ¿de verdad? Yo creía que nos había pillado por sorpresa y ahora se esperaba a ver cómo estaba el panorama antes de comenzar un ataque a gran escala para recuperar la ciudad.
Manu se acercó a su hermano para evitar que nadie más escuchara lo que tenía que decir.
-Los rumores dicen que el Alto Mando ordenó no intervenir en todo el asunto. Parece que Son Busquets tuvo la oportunidad de impedir que la infección se expandiera ya que según parece los zombis se originaron en la cárcel pero alguien ordenó no intervenir y dejar tranquilos a los muertos vivientes en su marcha hacia el centro de la ciudad.
Los dos hermanos se quedaron en silencio. Todo eso sonaba a conspiración y había que andarse con cuidado con lo que se decía.
-Entonces los civiles, ¿son peligrosos?
-Entre los supervivientes sólo había soldados rasos. Ni un solo oficial. Nadie sabe dónde se han metido o qué ha pasado con ellos. Unos testigos dicen que murieron gloriosamente defendiendo el castillo y a sus ocupantes, otros aseguran que escaparon como ratas cuando vieron que el castillo estaba perdido. Vete a saber.
-Joder, que marrón. A ver cómo le explico esto a mi general.
-Si te sirve de algo, Vázquez –dijo señalando al soldado que se había puesto a escuchar la conversación entre el capitán Ibáñez y el general Sarmiento de forma disimulada- seguro que está enterado de todo lo que ha pasado. Estuvo al mando del rescate y parece que hizo buenas migas con el comisario responsable del grupo de policías.
-¿Y el muerto? –Preguntó el cabo señalando al cadáver que estaba tirado en el patio.
-Un pobre desgraciado que le dijo varias verdades a la cara al capitán y éste no lo aguantó y le disparó a sangre fría.
-¿Cómo?
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-Todo esto es muy raro. Primero el capitán Ibáñez, el lameculos que está al lado de tu general, ordena que vayamos hasta el castillo de Bellver porque está plagado de zombis, para capturar a ‘noséqué’ fugitivos. Y ahora por lo visto, como no los encuentra ha decidido fusilarlos a todos. Ten cuidado que el tío le ha pegado un tiro en la cabeza a un civil sin terciar provocación. –Y señaló al cadáver que todavía estaba en el patio a la vista de todos.
-Joder, la que tenéis aquí liada. Así que esos acorralados son civiles supervivientes.
-Bueno, a ver. El castillo se había convertido en una base nuestra, pero no sabemos todavía cómo se perdió a los zombis. En principio sólo tendría que haber habido soldados entre los supervivientes pero nos encontramos que también se habían refugiado un grupo de periodistas, otro de policías locales y algún que otro turista perdido.
-¿Y los mandos que tenían que decir sobre la invasión del castillo?
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El cabo miró a su alrededor tratando de encontrar la manera de cumplir las órdenes recibidas y se mostró sorprendido al ver un rostro conocido. Salió a la carrera a interceptarle.
-Manu, ¿qué coño haces aquí? –Preguntó al soldado Mesquida, el zapador que se había encargado de abrir la nueva puerta en la Torre del homenaje del castillo de Bellver.
-Obedeciendo órdenes –le dijo a modo de explicación- ¿Y tú Joan? Te hacía en la Península viviendo la buena vida.
-Ahí estaba, hasta que algo o alguien ha mandado llamar a la isla al general. Y yo detrás como su perrito faldero. A ver, ¿qué está pasando?
-A mí no me mires. Yo no sé nada.
-Venga, venga, algo sabrás.
-General Sarmiento, ¿a qué se debe este honor? Dijo cuadrándose cuando llegó a su altura.
-¿Se puede saber qué es todo esto? –Dijo el general entre molesto y sorprendido por lo que estaba viendo.
-Traidores, e infectados –dijo Ibáñez rápidamente- Estoy tomando medidas para salvar esta base.
-Eso habrá que verlo –dijo el general que no parecía creer una palabra de lo que estaba escuchando-. A ver, cabo Mezquita, averigüe si las pulseras están funcionando bien.
-Es Mesquida, señor –le corrigió su ayudante.
-Malditos apellidos autóctonos –murmuró por lo bajo el general- Lo que sea. Averigüe qué está pasando.
-¿Se puede saber a qué estáis esperando? Os he dado una orden –insistió Ibáñez molesto- A ver si tengo que dar ejemplo con alguno de vosotros primero.
Y alzó su pistola apuntándola a los soldados que estaban en fila.
-Vamos a probar de nuevo. Preparados. Apunten –Ibáñez paseó su pistola entre los soldados amenazadoramente.
-¿Se puede saber qué está pasando aquí? –Rugió una voz de repente interrumpiendo la ceremonia.
Ibáñez se giró enfadado buscando el origen de esa nueva interrupción y se quedó sorprendido. Corrió hacia el recién llegado.
Apocalipsis Island 