Jornada 10. El final del principio (30)


Mara se recostó en su asiento tratando de pensar en una manera de llevar a cabo su misión. ¿Buscar un depósito de municiones y hacerlo estallar? Seguramente la cubierta directamente debajo de la de vuelo tendría acceso a uno de esos almacenes. Sólo tendría que quitar el seguro de la espoleta de una y lanzarla contra el resto, si eso no causaba una buena explosión nada lo haría. Pero, ¿sería suficiente? Además, estaba el problema de llegar hasta esa zona. No estaba lejos de las escaleras, el problema era que esa cubierta era gigantesca y seguramente estaría llena de zombis deseosos de acabar con ella. Debía tener un plan alternativo por si ella no lo conseguía… ¿Y las armas defensivas del barco? Seguramente dispondría de misiles antiaéreos y seguramente requerirían códigos que no tenía.

Tal vez… Necesitaba recordar la frecuencia e introducirla en la consola.

-Enano gruñón a Blancanieves, cambio –dijo usando el micro.

No escuchó nada a través de los auriculares.

-Enano Gruñón a Blancanieves, cambio –insistió sabiendo que el tiempo corría en su contra.

Tras unos minutos de repetir finalmente obtuvo respuesta.

-Aquí Blancanieves, ¿lista para la recogida? Cambio.

-Negativo, Blancanieves. ¿Necesito que se coloque en posición y mande manzanas al palacio de la Reina. Cambio.

-Repita, enano Gruñón. –dijo una voz alarmada al otro lado de los auriculares.

Mara odiaba el uso de los códigos.

-Necesito que lance torpedos contra la línea de flotación del portaviones –dijo perdiendo la paciencia- Es una cuestión de vida o muerte, cambio.

-Negativo enano Gruñón –le respondieron- Y hable en código, cambio.

Jornada 10. El final del principio (29)


Gritó desesperada y escuchó algo a través de los cascos. Era un mensaje del ordenador diciendo en perfecto inglés que no entendía la orden. La jodida tecnología. Solicitó hablar con el exterior y dictó el número de teléfono de Gerald y esperó… pero la línea parecía estar muerta. Decidió marcar otro número que correspondía al hotel en el que residía el informático. Una voz femenina al otro lado le comunicó amablemente en castellano, inglés alemán y francés que las líneas estaban saturadas y volviera a intentarlo más tarde mientras se disculpaba por las molestias ocasionadas.

Aquello era un maldito desastre. Gruñó frustrada. Y la voz femenina le volvió a comunicar que no entendía lo que decía. Decidió probar suerte y pedir al ordenador procedimientos para apagar los reactores nucleares del navío. Por supuesto era material clasificado y debía proporcionar unos códigos de los que no disponía. Probó a pedir procedimientos de emergencia. Al fin y al cabo esos sí que debían de ser más fáciles de acceder por motivos obvios. La lista era larga y no tenía tiempo para revisar todos los supuestos. Así que la revisó rápidamente y esperó acertar con su elección. Debía descartar todos aquellos procedimientos que obviamente requirieran estar presente o cerca o tener acceso a la sala de reactores. Encontró un procedimiento prometedor y lo leyó con atención. Al parecer si el sistema del portaviones notaba un peligro inminente del estilo de que fuera a ser destruido, existía un procedimiento automático que desconectaba por completo el reactor.

Ahora sólo tenía que conseguir explosionar el portaviones para impedir que el reactor volara la isla por los aires. Sencillo.

Jornada 10. El final del principio (29)


Daba igual, estaba en una habitación llena de zombis deseosos de acabar con ella. Y no tenía más tiempo que perder buscando otra sala de comunicaciones. Así que cerró la puerta detrás de ella, comprobó su pistola y comenzó a disparar sin compasión a las cabezas de los tripulantes transformados. Con los que tenían máscara fue más complicado pero tras varios minutos sin moverse de su sitio y apuntando con paciencia y eficacia los cadáveres habían dejado de moverse. Para Mara todo había pasado de una manera demasiado fácil, los zombis parecían estar confusos, se dirigían hacia ella pero se paraban, y se volvían a poner en marcha. Ni siquiera el ruido de los disparos les había parecido hacer reaccionar y atacar con más ganas.

Mientras Mara revisaba los equipos se preguntó a quién llamar… ¿A Gerald? ¿Al ejército? Podría hacerse pasar por parte de la tripulación del portaviones, pero resultaría extraño que llamara a tierra. ¿Y sí decía la verdad? Que los zombis habían tomado el portaviones, ¿la creerían? Decidió que lo mejor era llamar primero a Gerald… si conseguía averiguar cómo hacerlo. Estudió las consolas con atención. Tantas pantallas y tantos teclados. ¿En qué estaría pensando? ¿Por dónde empezar? Buscó un simple teléfono con el que poder llamar. Y no encontró ninguno salvo el que se usaba para comunicarse con el resto del navío.

Respiró hondo. Y estudió con más atención las consolas. La solución estaba ahí. Debía tranquilizarse. Aunque el pensar que se estaba preparando una explosión nuclear no ayudaba. Por supuesto. La solución estaba en su mayoría esparcida por los suelos. Cascos. Todas las consolas tenían una salida para auriculares. Cogió unos esperando que funcionaran y que con todo el lio no estuvieran rotos. Los conectó a una de las consolas y volvió a buscar la manera de comunicarse con el exterior. Seguramente debía escribir algún comando, o buscar algún icono en el escritorio. ¡No tenía tiempo para eso!

Jornada 10. El final del principio (28)


El interior estaba extrañamente a oscuras y no había ni rastro de agua. Las luces de emergencia iluminaban la sala que estaba llena de equipos informáticos. El olor le ayudó a aclarar el motivo para que aquel sitio no estuviera mojado, y los problemas para entrar. El sistema antincendios usaba argón para reducir el oxígeno de la habitación y así ahogar el fuego. Por lo que sabía si el sistema estaba bien equilibrado y el personal entrenado podía usar máscaras e incluso sin ellas sobrevivir dado que el oxígeno no desaparecía completamente.

Lo que llevaba a la pregunta de ¿dónde estaba el personal asignado a las comunicaciones? La respuesta la descubrió cuando comenzaron a aparecer de detrás de algunos de los aparatos, algunos todavía con sus máscaras puestas. ¿Qué había podido ocurrir? Si el agua era el culpable de la transformación, ésta no había alcanzado aquella sala pero, aún así, en este caso algunos sí mostraban heridas de mordeduras. Se preguntó si podía ser que al no haber ningún fuego el argón hubiera reaccionado y asfixiado a parte de los marineros, convirtiéndose estos y atacando a sus sorprendidos compañeros…

Jornada 10. El final del principio (27)


Mara continuó andando entre los estrechos pasillos. Se había ido encontrando zombis por el camino, pero afortunadamente no había sido en grupos de más de dos. Lo más extraño era comprobar cómo la mayoría no parecían tener heridas o manchas de sangre, o algo que indicara cómo habían sido infectados excepto… que estaban todos mojados. Y el suelo de la cubierta también estaba resbaladizo. Recordaba que Doc había mencionado que había puesto algo en el agua pero, ¿tan rápido había hecho efecto? Y más importante, ¿por qué no le había afectado a ella? ¿Afectaría a todo el mundo? ¿Estaría condenada a transformarse y simplemente estaba tardando más? ¿Un efecto secundario de los experimentos que había sufrido?

Llegó a la sala de comunicaciones. Trató de abrir la puerta pero estaba cerrada. ¿Quedaría alguien vivo ahí dentro? Golpeó la puerta de forma ¿humana? Tampoco quería ponerse a dar gritos y posiblemente llamar la atención de los zombis que pudieran estar cerca. Se fijó en que en la parte de arriba de la puerta había una luz roja iluminada. Examinó con más atención la puerta y los paneles que había en los laterales. Al parecer, para entrar necesitaba una tarjeta. Rebuscó entre los bolsillos de la prenda que había cogido prestada y encontró algo que podría aprovechar… o eso esperaba. Pasó la tarjeta por el lector y un ruido y el cambio de color a verde de la puerta le indicó que podía acceder a la sala.

Jornada 10. El final del principio (26)


Volvió al interior del buque tratando de recordar dónde estaba la sala de comunicaciones más cercana. Normalmente y de cara a la redundancia solían haber varias, distribuidas por el interior del portaviones, en distintas cubiertas y zonas. La más cercana creía recordar que estaba al final de aquel pasillo subiendo dos cubiertas y volviendo sobre sus pasos, ¿después de girar? Decidió ponerse en marcha. Los disparos ya casi se habían convertido en algo pasajero. Pero al no escuchar ningún anuncio a través del sistema de comunicaciones del barco se temía lo peor. Sólo quedada ella. Maldito Doc, incluso muerto conseguía complicarle la vida. Sería una suerte si salía con vida de aquella situación casi imposible.

Caminó hasta el final del pasillo y comenzó a subir una de las escaleras. Cuando comenzó a asomar la cabeza supo enseguida que estaba en problemas. No sabía cómo, pero de alguna manera intuía que encima de ella había un par de zombis esperándola. Cogió con firmeza la pistola y subió de espaldas a la escalera. Y tal y como había ¿intuido? dos zombis estaban esperándola en el lateral de la escalera detrás de una cadena que había para impedir que nadie se cayera, muertos vivientes incluidos. Dos certeros disparos a sus cabezas acabaron con la amenaza. Mara se tomó unos segundos para estudiar a sus víctimas; parecían ser simples marineros encargados de mantenimiento o algo parecido por la ropa que llevaban… y no iban armados. Unos pobres desgraciados. Más víctimas de un experimento de Doc.

Jornada 10. El final del principio (25)


Se alarmó al escuchar varios golpes en la puerta del camarote y se subió a una de las literas para tratar de ocultarse. Los golpes continuaron durante unos minutos y luego sonaron varios disparos cerca de su posición. Después, nada. Debía salir de ahí y comunicarse con Gerald. Por desgracia aquella radio no iba a servirle para aquello. Debía salir a cubierta y tratar de llamarle con el móvil. Espero varios minutos más en silencio y cuando parecía que todo estaba en calma abrió la puerta lentamente. En el pasillo había varios zombis sin no-vida que antes habían sido marineros del portaviones. Incluso reconoció a uno de los científicos que había matado en el laboratorio al escapar.

Mientras caminaba con cautela por los pasillos buscando una salida al exterior mentalmente repasaba sus opciones. Se enfrentaba a varios enemigos: a los zombis que estarían encantados de probar su cerebro aunque fuera un mito los soldados que al verla dispararían primero seguramente culpándola de aquella situación. Sin olvidar el problema de la inminente explosión de los reactores.

Por el camino tuvo que enfrentarse a varios zombis perdidos que afortunadamente no iban en manada y con los que no tuvo problemas. Los disparos se habían ido espaciando en el tiempo y ya casi no sonaban. ¿Se habrían hecho los zombis con el control del navío? Abrió una puerta y una ligera brisa le señaló que estaba en el exterior. Estaba en una de las cubiertas inferiores y por encima podía ver la cubierta de vuelo. Volvió a usar el móvil con la esperanza de tener más suerte. Pero la señal seguía indicando que no había cobertura. Aquello era un desastre. ¿Qué más podía hacer? Ella no disponía de los conocimientos para parar los reactores. Necesitaba ayuda del exterior. Debía buscar otro medio, ir a alguna de las salas de comunicaciones del portaviones. Seguramente el equipo estaría preparado para inundaciones por lo que con suerte podría comunicar con tierra y pedir ayuda… el problema sería que la creyeran.

Jornada 10. El final del principio (24)


Marcó el número de Gerald pero todo lo que obtuvo era la señal de comunicando. Miró la pantalla del móvil cuya señal de cobertura indicaba que no tenía. A lo mejor no funcionaba dentro del portaviones rodeado de todo aquel metal y tenía que salir a la cubierta. Eso iba a ser un problema. A lo lejos comenzó a escuchar disparos. No podía ser. ¿Estarían disparando a su compañero muerto? Pero era ridículo. Entonces pensó en la radio que llevaba el muerto y la cogió para escuchar qué estaba pasando a bordo. Y antes de volver a ocultarse disparó su pistola en la cabeza del soldado muerto por si acaso.

Comenzó a escuchar informes de soldados que se transformaban en zombis de repente y sin previo aviso y de cómo al matar a sus compañeros estos se levantaban enseguida transformados. ¿Cómo podía ser? Era imposible, se repetía una y otra vez Mara mientras se escondía en un camarote vacío y pensaba qué hacer. Creía que tendría algo más de tiempo pero parecía que el maldito Doc había encontrado una manera de acelerar el proceso de zombificación.

Jornada 10. El final del principio (23)


Necesitaba ayuda. Y rápido. Si la cosa tenía que ver con ordenadores lo mejor sería llamar directamente a Gerald. Necesitaba un teléfono. Miró a su alrededor y comprobó que en la mesa había uno… pero era de los enchufados a la electricidad y hacía el mismo olor a quemado que los monitores.

Comenzó a buscar en el chaleco del soldado muerto esperando encontrar un teléfono móvil pero no lo encontró; tal vez en sus pantalones. Decidió que era mejor llevar la pistola así que se guardó el cuchillo y comprobó que el arma estuviera cargada.

Salió al pasillo que estaba inundado de agua. Al menos los aspersores se habían detenido. Aunque el ruido que hacía, yendo descalza, caminando sobre el agua no le ayudaba a ocultar su presencia. Se apresuró en busca de los soldados a los que había matado y descubrió que sólo había uno de ellos y recordó su estupidez. Con las prisas no se le había pasado por la cabeza asegurarse de que ni los científicos ni los soldados pudieran volver a levantarse. Pero igualmente, no podía ser, el periodo de conversión era de no menos de doce horas. Pero a pesar de eso ahí estaba con un solo cadáver a la vista. Se acercó con cautela hasta el mismo y comenzó a buscar entre los bolsillos. Encontró un teléfono móvil que parecía estar más o menos seco.

Jornada 10. El final del principio (22)


-Te aseguro que no hay manera humana de parar la reacción en los reactores. No podrás llegar hasta ahí… además sería inútil, el mismo programa informático que ha puesto todo esto en marcha ha cambiado los códigos de seguridad de manera que no puedas acceder a los ordenadores o a la sección nuclear. Vas a morir.

Y los monitores se apagaron mientras comenzaban a echar humo e inundar la habitación con un desagradable olor a quemado.

Mara respiró hondo mientras en su cabeza se repetía el mensaje de Doc y los acontecimientos que había puesto en marcha. Era difícil de creer que pudiera haberse hecho con el control de los reactores; pero ahí estaba ella, mojada completamente por el agua del sistema de extinción de incendios que al parecer, además, estaba contaminada.

¿Podría ser todo un farol de Doc? Ciertamente con cualquier otra persona lo hubiera pensado pero, ¿borrar cualquier rastro de su experimento? Eso sí que sonaba a aquel loco. Así que si todo lo que había escuchado era cierto tenía que parar una fisión nuclear sin saber cómo hacerlo, sin tener idea de ordenadores o… estaba sin ideas. Se obligó a pararse y respirar de nuevo. Seguramente la explosión no se produciría de forma inmediata. Esperaba. Tenía que pensar. Y también estaba el problema de que la tripulación se convirtiera en zombis. Si eso no ocurría todavía podía tener una mínima oportunidad de parar aquello, pero en caso contrario, no quedaría nadie en la nave para parar aquello; estarían demasiado ocupados tratando de salvar, temporalmente, sus vidas.