-Bueno, le interrogarán; mientras diga la verdad, que no sabe dónde está Bonet, que no sabe nada de fugitivos de la justicia militar, y que su omisión de que los civiles eran periodistas fue inocente… no le debería pasar nada. A lo mejor pasa algún tiempo como invitado nuestro pero… con suerte saldrá por su propio pie y con pulso.
-¿Y los demás? –Volvió a preguntar el comisario.
-Los soldados serán interrogados y seguramente devueltos a su unidad –respondió el soldado- Y los civiles… bueno… los periodistas… dependerá de lo listos que sean. Pero su futuro es tan negro como el que les esperaba aquí encerrados. Tal vez hubiera valido más que no hubieran salido vivos.
-Creo que no le sigo –dijo el comisario confuso.
-Sí, sí me sigue –dijo Vázquez cabizbajo- ¿Se cree que los militares dejarán libres a unos periodistas que dirán cuando puedan que los militares les abandonaron a su suerte? ¿Otra vez?
-Pero si es la verdad, y cómo usted ha dicho, no sería la primera vez.
-Digamos que los militares podrían excusar no haber intervenido en la primera oleada de zombis. Pero, ¿perder Bellver? ¿El bastión inexpugnable de Mallorca? ¿Leer que se fueron sin presentar batalla? El castillo es un punto vital de la defensa de la ciudad. Es un centro de comunicaciones y de vigilancia… y Bonet lo abandonó sin pensárselo dos veces dejando atrás material militar valioso, entre otras cosas. No, este incidente no puede salir a la luz.
-Por su regla de tres yo tampoco tengo ninguna posibilidad –señaló el comisario preocupado.