Jornada 7. De policías y militares (89)


-Bueno, le interrogarán; mientras diga la verdad, que no sabe dónde está Bonet, que no sabe nada de fugitivos de la justicia militar, y que su omisión de que los civiles eran periodistas fue inocente… no le debería pasar nada. A lo mejor pasa algún tiempo como invitado nuestro pero… con suerte saldrá por su propio pie y con pulso.

-¿Y los demás? –Volvió a preguntar el comisario.

-Los soldados serán interrogados y seguramente devueltos a su unidad –respondió el soldado- Y los civiles… bueno… los periodistas… dependerá de lo listos que sean. Pero su futuro es tan negro como el que les esperaba aquí encerrados. Tal vez hubiera valido más que no hubieran salido vivos.

-Creo que no le sigo –dijo el comisario confuso.

-Sí, sí me sigue –dijo Vázquez cabizbajo- ¿Se cree que los militares dejarán libres a unos periodistas que dirán cuando puedan que los militares les abandonaron a su suerte? ¿Otra vez?

-Pero si es la verdad, y cómo usted ha dicho, no sería la primera vez.

-Digamos que los militares podrían excusar no haber intervenido en la primera oleada de zombis. Pero, ¿perder Bellver? ¿El bastión inexpugnable de Mallorca? ¿Leer que se fueron sin presentar batalla? El castillo es un punto vital de la defensa de la ciudad. Es un centro de comunicaciones y de vigilancia… y Bonet lo abandonó sin pensárselo dos veces dejando atrás material militar valioso, entre otras cosas. No, este incidente no puede salir a la luz.

-Por su regla de tres yo tampoco tengo ninguna posibilidad –señaló el comisario preocupado.

Jornada 7. De policías y militares (88)


Vázquez se aseguró de que no había cerca nadie que pudiera escuchar su conversación.

-Comisario, tenemos un problema –dijo casualmente- O más de uno. Lo cual estos días no parece ser extraño.

-Usted dirá –dijo el comisario educadamente.

-No hemos tenido contacto con el comandante Bonet –le informó Vázquez- Lo cual ha sido una suerte para ustedes, dado que de lo contrario no hubiéramos venido a rescatarles.

El comisario no ocultó su confusión.

-Si Bonet hubiera informado –continuó el soldado- sabríamos que entre los supervivientes no están dos piezas muy preciadas, el inspector Castillo y un sargento. Que son el motivo real de este rescate.

-No sé de qué está hablando- dijo el comisario mirando directamente a su cigarrillo.

-Esa es la respuesta que debe dar al mando cuando le pregunten –sonrió Vázquez tratando de tranquilizarle- Su inspector es quién deslizó el plan para rescatarles. Sólo le estoy diciendo esto para que tenga toda la información. Además he visto, que entre los supervivientes civiles hay periodistas. A alguno le reconozco y otros ni se han molestado en ocultarlo.

-Y si fuera así, ¿sería un problema? –Preguntó el comisario receloso.

-¿En una sociedad de libre información? No. ¿En estos tiempos que corren? Sí –le respondió contundentemente Vázquez- Al Alto Mando no le gusta que le saquen los trapos sucios en público. Aunque estén edulcorados. Y ha sido una suerte que Bonet no dé señales de vida, si llega a informar de que los preciosos fugitivos de mi superior no estaban en el castillo pero sí que había un grupo de periodistas… bueno, creo que se imagina su destino.

-¿Y ahora? –Preguntó el comisario preocupado.

Jornada 7. De policías y militares (87)


Pocos minutos después los supervivientes comenzaban a salir ordenadamente pero tan rápido como podían. A medida que los iban sacando los iban llevando hacia unos camiones que habían subido hasta el castillo.

La operación tuvo su momento inesperado cuando un par de los zombis de repente saltaron desde el foso y se asieron con sus brazos hasta la pasarela. Afortunadamente para todos los soldados no dudaron en lo que hacer y les volaron la cabeza rápidamente. Algunos restos salpicaron a los supervivientes que estaban pasando por la pasarela en ese momento pero ninguno se quejó.

El último en salir fue el comisario que saludó efusivamente a Vázquez cuando le identificó.

-¿No tendrá un cigarrillo? –Preguntó el comisario- Se me acabaron hace rato y por lo visto los militares no consideraron vital dejar un par de cajetillas almacenadas.

Vázquez sonrió mientras buscaba de nuevo con la mirada a Escobar. Esta vez lo encontró mientras ayudaba a uno de los civiles a subirse a un camión.

-Oye Escobar, pásame la cajetilla, que el pobre comisario se ha quedado sin cigarrillos.

Escobar se le quedó mirando durante unos segundos dudando. Finalmente cogió la cajetilla de su bolsillo superior y se la pasó a Vázquez de mala gana.

-Deja alguno para mí –le dijo a modo de advertencia.

-Se hará lo que se pueda –dijo Vázquez mientras se alejaba sacando dos cigarrillos del interior y encendiendo uno para él.

Le pasó el otro al comisario que lo cogió mientras se lo agradecía.

-Comisario, tenemos que hablar –dijo Vázquez mientras lo apartaba de los demás supervivientes y se lo llevaba a una zona donde nadie más les pudiera escuchar.

Jornada 7. De policías y militares (86)


Durante la siguiente media hora Vázquez lo único que pudo hacer fue mirar cómo Mesquida y sus hombres pasaban una pasarela formada por raíles que se usaban habitualmente para que pasaran los coches por terrenos inhóspitos hasta la supuesta puerta y luego comenzaban a usar un berbiquí para medir la profundidad del muro y el material del que estaba hecho, o más concretamente su dureza. El resto del muro estaba hecho de piedra pero era lógico suponer que cuando se tapió la puerta no se usó el mismo material por lo que debían ir con cuidado para medir la cantidad de explosivo que pudieran necesitar.

Vázquez lo único que podía hacer era moverse de un lado para otro impaciente e informar por la radio al comisario del interior para que desalojaran la planta y se prepararan para salir lo más rápido y ordenadamente posible.

Finalmente Mesquida pareció estar convencido y comenzó a poner dos filas paralelas de lo que parecía plastilina alrededor de una zona. Cuando hubo acabado, ordenó retirar la pasarela y que todo el mundo buscara refugio. Vázquez informó al interior de la Torre para que se prepararan.

Mesquida dio el último aviso y accionó un control remoto. Apenas se produjo ruido cuando el explosivo abrió una nueva puerta en la Torre y volaron unos cuantos escombros. Vázquez esperó a que la nube de humo que se había generado desapareciera y ordenó poner de nuevo la improvisada pasarela mientras varios soldados vigilaban el foso para que ningún zombi diera una sorpresa.

Jornada 7. De policías y militares (85)


Mesquida miró durante unos segundos la Torre.

-Seguramente, la fuerza bruta siempre es una solución –respondió finalmente- Pero sería muy peligroso. Balas rebotando tanto por dentro como por fuera. Sería más sencillo volar parte del muro.

-¿Me estás diciendo que una explosión es más segura? –Dijo Vázquez sorprendido.

-Una explosión controlada por supuesto –respondió Mesquida casi indignado- Nada de ir poniendo explosivos como en las películas. Que el nuestro es un negocio muy serio

-¿Qué necesita y cuánto tiempo? –Preguntó Vázquez frotándose las manos y sonriendo.

-Lo más complicado será la pasarela, pero creo que tenemos material cerca para hacer un apaño. Al fin y al cabo sólo van a ir personas y no vehículos de 500 kilos. En cuanto a los explosivos… Nunca salimos sin el XP así que sólo necesito saber el grosor del muro y estudiar sus componentes. Usaremos una broca para ello.

-Pues póngase al trabajo que no quiero quedarme aquí a pasar la noche –dijo Vázquez a modo de despedida mientras miraba con alarma la altura del sol respecto al horizonte.

Mesquida se marchó hacia un vehículo y comenzó a dar órdenes y organizar el rescate mientras Vázquez se afanaba por encontrar un cigarrillo en su uniforme sin suerte.

-Joder, lo que faltaba –dijo buscando con la mirada a Escobar que no parecía estar por ninguna parte.

Jornada 7. De policías y militares (84)


-Escobar, búscame a los zapadores, que tengo que hacer un agujero enorme y sacarme un puente de la chistera –Dijo pegando un grito en vez de usar la radio o acercarse. Al fin y al cabo, ¿qué más daba que los zombis pudieran saber lo que estaba pensando? ¿Qué iban a hacer? ¿Lanzarle piedras? En ese momento vio a varios zombis tirarse desde la azotea y caer rodando en el foso… bueno, mejor no darles ideas pensó mientras se alejaba de la tapiada puerta.

Llegó a la altura de Escobar que estaba hablando con varios soldados, para variar y al verle acercarse le señaló a uno de ellos.

-Mesquida, zapador a tu servicio –dijo Escobar a modo de presentación- ¿Qué nueva locura se te ha ocurrido?

-Vamos a abrir una nueva puerta en la Torre y bajar el puente para que los supervivientes puedan salir por el mismo –le informó Vázquez mientras se rascaba la cabeza- ¿Sería posible abrir el boquete con las ametralladoras?

Jornada 7. De policías y militares (83)


-Lo he estado mirando y hablando con los presentes –dijo la voz del comisario- Y existe una posibilidad. La Torre del Homenaje originalmente tenía dos entradas. Una por la parte superior y otra por la inferior. La de la parte inferior usaba un puente para pasar por encima del foso hasta el otro lado, pero actualmente está tapiada. Si pudiéramos abrirnos paso y montar un puente podríamos salir por ahí.

Vázquez encendió otro cigarrillo mientras caminaba hacia el foso y la Torre del Homenaje. Miró hacia abajo y los zombis que había ahí levantaron sus brazos tratando de alcanzarle sin éxito.

-Buena suerte con eso –dijo Vázquez mientras arrojaba algo de ceniza a los no-muertos y miraba la Torre del Homenaje buscando la tapiada puerta. Encontró el objetivo justo al otro lado del puente que unía la Torre con el castillo. Y efectivamente, la puerta estaba tapiada. Y sí, los zombis se estaban arremolinando alrededor de la Torre misma.

La distancia entre la puerta y el foso debía de ser de cerca de 10 metros. ¿Cómo demonios iban a hacerlo para alcanzar esa dichosa puerta? Por no hablar de abrirla. Necesita a los expertos en demoliciones.

Jornada 7. De policías y militares (82)


-Al habla el soldado Vázquez, ¿Puedo hablar con el responsable de los supervivientes de la Torre del Homenaje?

Al cabo de unos segundos una voz sonó al otro lado de la radio.

-Al habla el comisario Montejano, ¿Va todo bien?

-Me temo que no. La puerta del rastrillo está bloqueada por cadáveres de zombis –le informó Vázquez- Y me temo que tardaremos demasiado en quitarlos y limpiar el castillo. Así que estamos pensando en otras opciones sin mucho éxito. Aceptamos ideas.

Durante unos minutos Vázquez no recibió respuesta alguna a su pesimista informe. Se lo tomó con paciencia y se acabó su cigarrillo pensativo. Algo se podría hacer, seguro, ¿pero el qué?

Cuando iba a encender otro cigarrillo la radio volvió a cobrar vida.

Jornada 7. De policías y militares (81)


Pensó qué hacer a continuación. Era obvio que si quitaban los cadáveres tendrían el peligro de que alguno de ellos no estuviera del todo muerto y les diera un disgusto. Y además estaba el problema de que al quitarlos el resto de sus compañeros de no-muertos saldrían a por ellos y les complicaría la vida de nuevo. Y vuelta a empezar y de nuevo se retrasarían.

Había que buscar otro modo de rescatar a la gente que quedaba en la Torre del Homenaje. Tal vez con cuerdas y haciéndoles bajar. Pero ¿tendrían cuerdas? ¿podrían los supervivientes bajar? Si es que a veces tendría que aprender a no ser tan imbécil. Que luego se encontraba con ese tipo de marrones que tendrían que resolver los mandos y no él. Que no le pagaban lo suficiente para pensar.

Se giró buscando con la mirada a Escobar que estaba hablando con varios soldados mientras bebían y recuperaban fuerzas. Tal vez él tendría alguna idea sobre cómo rescatar a los supervivientes.

-Hey, Escobar, ¿por qué no llamas a Ibáñez para que nos solucione esto? –Dijo finalmente a modo de saludo y de petición de ayuda- A lo mejor tiene una buena idea por una vez en su vida.

-¿Y por qué no preguntas a los supervivientes? –Sugirió Escobar- Son sus vidas las que están en juego, y eso suele ayudar mucho en este tipo de soluciones.

Vázquez suspiró mientras cogía el comunicador de la radio.

Jornada 7. De policías y militares (80)


Al principio todo fue bien hasta que de repente comenzaron a llover literalmente zombis. La terraza del castillo no tenía almenas al uso y el muro de separación con el patio interior era de apenas medio metro de altura por los que los muertos vivientes que habían escuchado el alboroto y trataban de llegar hasta el origen del ruido no se encontraban con ningún impedimento para tirarse al vacío y llegar al patio cayendo sobre el resto de no-muertos que había en el patio.

Ante ese aumento súbito de enemigos los soldados se vieron desbordados y tuvieron que replegarse saliendo del castillo para dejar que las ametralladoras de la parte superior de los humvees se encargaran de los zombis que estaban saliendo del castillo tan rápido como el ancho del portal se lo permitía.

Los soldados al llegar a la altura de los todoterrenos se tiraron al suelo y comenzaron a disparar desde esa posición a los zombis que las ametralladoras no alcanzaban.

Poco a poco el número de zombis que aparecían por el portal fue bajando en número, en parte debido a que la cantidad de cadáveres que se iban amontonando en el puente del castillo les impedía el paso hasta el momento de que taparon por completo la entrada impidiendo que nadie pudiera entrar o salir.

Vázquez ordenó el alto el fuego al ver que no quedaban zombis a los que disparar. Se puso en pie y escupió al suelo mientras encendía un cigarrillo y miraba el reloj. Y el jodido Ibáñez tan tranquilo en el cuartel dando órdenes desde la seguridad de detrás de los muros y rodeado de soldados protegiéndole.