Vázquez les indicó con la mano que esperaran dentro del edificio. Se asomó por la puerta y vio que el patio estaba lleno de actividad, pero nadie prestaba atención a la zona en la que estaban. Escobar apareció con el humvee y lo aparcó delante de la puerta mientras le hacía un gesto a su compañero para que se diese prisa. Éste se volvió a los fugados y les indicó de nuevo con la mano que salieran.
El sargento y el policía miraron al patio y cuando se aseguraron que nadie les veía entraron rápidamente en el humvee.
Vázquez subió al asiento del copiloto y le dio un par de palmadas a Escobar.
-Estamos listos –dijo sonreía y se encendía un cigarrillo aprovechando el encendedor del vehículo- Vamos a reunirnos con el resto de vehículos.
-¿Cuál es el plan? –Preguntó Escobar señalando por encima del hombro al policía y al sargento- ¿Salir por la puerta principal?
-Por supuesto –dijo Vázquez sonriendo- Por la puerta principal. Delante de las narices del teniente. Como debe ser.
-Con dos cojones –dijo Escobar conduciendo hacia la fila de vehículos que se aprestaban a salir- Gilipollas, pero con dos cojones.
-¿Y nosotros? –Preguntó Castillo mirando por la ventana y señalando su uniforme.
-Al suelo y una manta por encima –respondió Vázquez señalando una manta de color caqui que había en la parte trasera.
Ambos se escondieron en el suelo entre los asientos y se colocaron la manta por encima guardando silencio.
El vehículo fue avanzando lentamente mientras los demás iban saliendo de la base rumbo a la ciudad. Vázquez observó que el teniente Ibáñez estaba entre los mandos al lado de la puerta despidiendo a los soldados. Se asomó por la ventana.
-¿Quiere que le traiga una ensaimada cuando volvamos teniente? –Dijo Vázquez sonriendo y saludando marcialmente a su superior- Me han dicho que están muy buenas.
El teniente Ibáñez trató de fulminar con la mirada al soldado que se limitó a sonreír. El oficial escupió al suelo tratando de ignorarle y miró para otro lado.
-Usted se lo pierde teniente- dijo Vázquez volviendo a meterse en el vehículo e indicando a Escobar que avanzara- Así es cómo te tratan cuando tratas de ser simpático y amable.
Escobar condujo el humvee a través de la puerta y giró para incorporarse a la carretera. En los alrededores no había ni rastro de los zombis que parecían haberse mudado al centro de la ciudad.
-¿Y ahora qué? –Preguntó Escobar mirando por el retrovisor cómo el cuartel se iba haciendo cada vez más pequeño.
-¿A dónde quieren ir caballeros? –Preguntó Vázquez recogiendo la manta y sonriendo a los fugitivos del ejército español.