Montejano agarró del hombro a un soldado para llamar su atención, y tuvo que usar el otro brazo para desviar el arma del militar que a punto estuvo de dispararle al tomarle por un zombi.
-¿Dónde están el resto de tus compañeros y el comandante Bonet? –Preguntó el comisario preocupado.
El soldado evitó la mirada del comisario avergonzado.
-Han huido a través de los antiguos almacenes que había bajo el castillo –dijo finalmente- Algunos soldados nos hemos negado a huir y dejarles en la estacada, pero la mayoría han optado por seguir las órdenes y correr como cobardes dejándonos a los demás a nuestra suerte.
El comisario no podía creerse lo que escuchaba. Pero a la vez… recordaba las palabras de advertencia de Alex y su amigo el sargento… Negó con la cabeza. Eso daba igual ahora. Debía tratar de salvar a la gente que quedaba en el castillo. Aunque necesitara un milagro para ello.
A lo lejos comenzó a escuchar el grito de alarma; una de las defensas situadas en las escaleras comenzaba a ceder. Los zombis iban a invadir enseguida el primer piso. El comisario Montejano dijo la orden de subir al segundo piso y de montar barricadas en los accesos. Todos corrieron sin perder tiempo.
El comisario comprobó que no quedara nadie en el primer piso antes de subir a la terraza del castillo. Se asomó al exterior y el espectáculo le hizo quedarse blanco. Miles de zombis aguardaban en el exterior para entrar al castillo. Estaban perdidos. Aunque tuvieran acceso al armamento militar que Bonet había guardado celosamente en el sótano dudaba de que pudieran hacer frente a tan numeroso y hambriento enemigo. Los soldados y los policías también habían visto que estaban rodeados tanto en el exterior como en el interior y habían dejado de disparar, rindiéndose a la evidencia.
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