Jornada 7. De policías y militares (97)


-No está muerto –dijo tajante Alex- Si lo estuviera… lo sabría.

-Oh por favor, no me vengas con esa historia de los hermanos y que uno sabe lo que el otro está pensando.

-¡¿Y qué quieres que te diga?! –Estalló el policía- ¡Debo pensar que está vivo! ¿Qué harías tú en mi lugar? ¿Rendirte?

El sargento negó con la cabeza.

-No quería decir eso, pero es que…

-Mira, pon en marcha el humvee, salgamos de aquí y luego ya pensaremos qué hacer. No quiero acabar como tu amigo el comandante.

El sargento se fijó en que los zombis se habían acercado peligrosamente. Avanzaban de forma lenta y errática, pero si uno se olvidaba de ellos… se te echaban encima y cuando querías darte cuenta ya era tarde. Condujo el vehículo por la amplia rotonda y entre los vehículos abandonados mientras trataba de ganar velocidad y abandonar esa zona lo más rápido posible.

Pasados unos minutos dejaron de encontrarse coches abandonados y el humvee comenzó a coger velocidad mientras el sargento y el policía respiraban aliviados.

-Seguimos con el plan original –dijo Alex- Llegamos a la base del Puig y si mi hermano está, pues fantástico. Y sino pues ya veremos qué hacemos. Igualmente tampoco es que tengamos muchas más alternativas.

-Te repito que es un suicidio subir ahí arriba –insistió el sargento- Antes de que nos demos cuenta nos habrán volado la cabeza.

-Piensa positivamente. En ese caso no acabaremos como muertos vivientes. Además, si mi suerte sigue así, seguro que nos encontramos la base destrozada y en manos de los zombis.

Jornada 7. De policías y militares (96)


-El misterio de dónde está el comandante Bonet está resuelto –dijo Alex viendo la identificación escrita en el pecho de uno de los zombis- Sigue al mando, pero ahora de ese grupo de zombis.

El sargento hizo un gesto de disgusto con su cara.

-¿Algún rastro de tu hermano? –Preguntó con un tono neutro.

La cara de Alex cambió a una de alarma. Ni había pensado en aquello. En todo momento había considerado que su hermano estaría a salvo pero… si estaba con el grupo de militares que había salido del castillo… Miró rápidamente entre el grupo de zombis que bajaban por la cuesta pero no pudo distinguir el rostro de su hermano.

-No le veo –dijo preocupado- Pero podría estar entre los cadáveres de la rotonda.

El sargento puso en marcha el vehículo que se comenzó a mover lentamente.

-No sé si vale la pena seguir avanzando a ciegas –dijo el sargento- Sin saber si tu hermano sigue vivo o no.

Jornada 7. De policías y militares (95)


-¿Sabes? –Comenzó a decir Alex- Estoy comenzando a ver un patrón. Allá por donde voy me cruzo con una masacre zombi. ¿Qué crees que ha pasado aquí?

El sargento miró a su alrededor bastante alterado.

-Supongo que hicieron una estupidez –respondió estudiando la escena- Como quedarse aquí a pasar la noche esperando el amanecer.

Alex imitó al militar y miró a su alrededor; a lo lejos se podía ver el comienzo de la autovía que estaba llena de coches abandonados en su mayoría. El sargento siguió hablando.

-Salieron deprisa y corriendo del castillo sin un plan de escape, se encontraron con que la autovía estaba semibloqueada y que era un riesgo meter un convoy de noche. Si el primer vehículo sufría un accidente el resto le seguían. Así que seguramente el comandante supuso que no era un riesgo quedarse en la rotonda tan cerca del centro comercial dado que al fin y al cabo todos los zombis estaban atacando el castillo, ¿verdad?

El policía asintió.

-Grave error. Hay zombis de sobra repartidos por toda la ciudad. Me imagino la escena. Aparcaron en círculo para tener todo el perímetro vigilado. Algún centinela vio a un zombi, se puso nervioso y disparó sin recordar el ruido que iba a hacer o de poner un silenciador. Seguramente un par de zombis escucharon el disparo y se sintieron atraídos. Luego cuatro, y luego todos los zombis de la zona vinieron andando o corriendo, como si supieran que tenían todo el tiempo del mundo.

Alex le dio un codazo al sargento y señaló hacia la cuesta que daba a la rotonda y en la que estaba situado el centro comercial. Un grupo de zombis bajaban andando por la misma en su dirección. Cogió los prismáticos para observarlos mejor. En el grupo había tanto muertos vivientes con el uniforme militar como vestidos de civiles o empleados del centro comercial con su uniforme correspondiente.

Jornada 7. De policías y militares (94)


El sargento no dijo nada durante todo el trayecto. De vez en cuando parecía tener la intención de hacerlo y abría la boca para, simplemente, cerrarla a continuación. Alex tampoco quería decir nada. ¿De qué serviría? ¿Era ese el futuro que les esperaba si no alcanzaban a su hermano? Encerrarse y esperar la muerte… Ni siquiera se le ocurría ninguna anécdota graciosa que contar para aliviar el ambiente y relajar la tensión que se vivía en el interior del humvee.

Al llegar a la altura del centro de ocio de Porto Pi, vieron una columna de humo que parecía salir de la rotonda del centro comercial. El sargento condujo alerta hasta el origen y se quedó sin habla al ver de dónde salía el humo. Al más puro estilo de las películas de indios y vaqueros media docena de humvees del ejército estaban puestos en círculo en medio de la rotonda, a su alrededor había cientos de cadáveres. Y en el interior del improvisado refugio había más todavía, tanto con uniformes del ejército como con ropas de civiles. Varios vehículos estaban ardiendo, debido a que uno de los mismos había explotado, seguramente por una granada mal lanzada… o no lanzada pero sí preparada.

Jornada 7. De policías y militares (93)


-Pero qué dramático que eres –dijo el sargento resoplando- Cómo se nota que eres escritor. Por ahora te acompañaré. Pero si las cosas se ponen peligrosamente mortales… me reservo el derecho de abandonarte como a un perro.

-Tenemos un trato –dijo Alex sonriendo- Y ahora a buscar ese convoy de vehículos militares y con suerte no sabrán que somos fugitivos.

-Con la suerte que hemos tenido hasta ahora lo dudo mucho- Señaló el sargento.

-Seguimos vivos, ¿verdad?

El sargento puso el vehículo en marcha mientras asentía con la cabeza.

-La suerte de los locos. Pero hasta a ellos se les acaba y son encerrados en el manicomio.

-O son nombrados tenientes o comandantes –respondió el policía sonriendo.

Durante los siguientes minutos recorrieron las calles desiertas de aquella parte de la ciudad. Era difícil saber si había supervivientes encerrados en sus casas o no. De vez en cuando parecían ver alguna figura entre las sombras de reojo. Pero cuando fijaban la vista en el lugar concreto no parecía haber nada ni nadie. Lo peor era imaginar qué infierno podrían estar viviendo entre las paredes de los edificios. Alex trató de quitarse esos pensamientos macabros de la cabeza. Pero era complicado, su imaginación no dejaba de hacerle ver historias de todo tipo: Familias enteras convertidas en zombis poco a poco después de morir de hambre y sed, o de enfermedad, o porque algún miembro se había convertido en un nuevo zombi y había convertido al resto de los integrantes de la vivienda. O vecinos zombis invadiendo otros pisos o casas de forma violenta a través de endebles puertas o ventanas.

Jornada 7. De policías y militares (92)


-Seguir a mi hermano –respondió Alex con seguridad y sin ninguna duda.

-El problema es que no sabemos sus planes, ni su ruta, iremos a ciegas.

-Sigamos la ruta más lógica y tarde o temprano nos encontraremos con ellos –dijo el policía- Esta isla no es tan grande ni tiene tantas carreteras.

El humvee salió finalmente del túnel y siguió el caudal del torrente hasta que llegó a una dársena desde la que se podía ver la autopista del Paseo Marítimo de la ciudad. El sargento dirigió el vehículo hacia la salida de la dársena y antes de entrar en la carretera paró. Luego se quedó mirando a su acompañante.

-Entiendo eso del amor fraternal y tal pero… Coño, que tu hermano es mayorcito, y por lo que sabemos puede que esté acompañado por Bonet y sus soldados. Eres un tanto sobre protector.

-Pero, ¿y si tenías razón? ¿Y si todo es una trampa y quieren acabar con su vida o hacerle responsable de todo lo que está pasando? –Preguntó Alex alarmado- Alguien de confianza tiene que cubrirle las espaldas.

-Nosotros dos contra el ejército español –dijo pensativo el sargento- Tío, tú estás loco.

-¿Entonces qué propones? ¿Qué nos encerremos en mi casa hasta que todo pase? ¿Y luego qué? ¿Esperar a que nos capturen y nos fusilen? ¿Huir como delincuentes?

-Tampoco sería tan malo –señaló el sargento- Seguro que tienes pasta de sobra como para comprarte una isla desierta y vivir tranquilo toda la vida. O largarte a algún país y comprar su protección.

-No está en mi naturaleza huir de los problemas –respondió tajante Alex- Si no quieres acompañarme perfecto. Ayúdame a buscar un vehículo y después cada uno seguirá su camino.

Jornada 7. De policías y militares (91)


Mientras tanto, unas horas antes, el sargento y Alex entraban en la ruta de escape que pasaba por un torrente cercano al bosque de Bellver y que acababa en una dársena al lado del Paseo Marítimo.

-¿Y dices que cuando llueve este camino sigue siendo funcional? –Preguntó Alex incrédulo.

-Hay unas barreras más arriba que se levantan y desvían el agua hacia unas canalizaciones para que no se acumule, en cuestión de minutos el torrente está listo para ser transitado mientras el agua sigue recorriendo la cuesta a través de dichas canalizaciones.

-Joder con el ejército y sus secretitos –respondió Alex pensativo.

Luego se quedó en silencio durante unos minutos mientras miraba de reojo hacia atrás de vez en cuando. El torrente pasaba a ser subterráneo y discurría por debajo de la ciudad y la única luz la proporcionaba el humvee.

-¿Crees que les rescatarán? –Preguntó finalmente con tono de preocupación.

-Conociendo a Ibáñez, seguro –respondió el sargento- Mientras crea que estamos entre los supervivientes no habrá Dios que le pare y trate de capturarnos.

-Ya, pero… ¿qué pasará una vez que descubra que no estamos entre los supervivientes del castillo?

-Ufff… -el sargento se quedó unos segundos en silencio sopesando su respuesta- Dependerá también del Alto Mando, una cosa es un inspector, pero un comisario… es más complicado hacerle desaparecer así como así… Aunque no las tengo todas conmigo. Si Ibáñez sospecha que tu comisario nos ha ayudado a escapar…

-Bueno, el resto de supervivientes corroborarán su historia –señaló Alex- Nunca estuvimos en el castillo. Creo que acabará suponiendo que la información era falsa.

-Tal vez sí… tal vez no… Pero ése no es problema nuestro ahora. Estamos hasta arriba y tenemos que tomar alguna decisión sobre lo que hacemos a continuación.

Jornada 7. De policías y militares (90)


-Basta con que diga que lo último que sabe del comandante es que estaba defendiendo el castillo con el resto de soldados mientras ustedes se ponían a salvo –respondió Vázquez- No dé a entender lo contrario. Y si Bonet aparece… no creo que quiera llevarle la contraria.

El comisario miró a su alrededor. Los últimos supervivientes parecían haber entrado ya en los camiones y los soldados estaban por los alrededores vigilando que no hubiera más sorpresas. Trató de ordenar sus ideas y asimilar la información que había recibido.

-¿Y está seguro de que no podemos hacer nada? –Preguntó señalando a los camiones.

Vázquez negó con la cabeza.

-Me encantaría poder decirle que no habrá problemas. Que los periodistas tendrán libertad para escribir su historia y verla publicada pero… ¿cómo era el trato de Bonet con ellos cuando les tenía en el castillo?

El comisario recordó todos los incidentes de los que había sido testigo. De las discusiones continuas, de las amenazas nada veladas; y de que lo único que había salvado a los periodistas hasta ese momento era su presencia y la de sus subordinados. Y de que alguien había disparado al hermano de Castillo en medio de la noche sin que se supiera quién había sido… Demasiadas cosas.

-Entiendo lo que quiere decir pero… -El comisario guardó silencio durante unos segundos- ¿No podríamos instruir a los periodistas para… que tuvieran la boca cerrada? Seguro que valoran su vida.

-¿Más que su integridad periodística? –Preguntó Vázquez- Vamos, comisario; ambos tenemos ya una edad y hemos visto mundo. No me diga que es un ingenuo. Ha de mirar por su vida por una vez. Si ellos son listos sabrán mantener la boca cerrada… y si no…

El silencio de Vázquez lo decía todo. El comisario tampoco dijo nada mientras se acababa el cigarrillo. El sol estaba a punto de ocultarse y el siguiente amanecer no prometía nada bueno. Acompañó en silencio al soldado hasta su todoterreno y no dijo nada mientras el convoy daba la vuelta hacia el cuartel militar más cercano.

Jornada 7. De policías y militares (89)


-Bueno, le interrogarán; mientras diga la verdad, que no sabe dónde está Bonet, que no sabe nada de fugitivos de la justicia militar, y que su omisión de que los civiles eran periodistas fue inocente… no le debería pasar nada. A lo mejor pasa algún tiempo como invitado nuestro pero… con suerte saldrá por su propio pie y con pulso.

-¿Y los demás? –Volvió a preguntar el comisario.

-Los soldados serán interrogados y seguramente devueltos a su unidad –respondió el soldado- Y los civiles… bueno… los periodistas… dependerá de lo listos que sean. Pero su futuro es tan negro como el que les esperaba aquí encerrados. Tal vez hubiera valido más que no hubieran salido vivos.

-Creo que no le sigo –dijo el comisario confuso.

-Sí, sí me sigue –dijo Vázquez cabizbajo- ¿Se cree que los militares dejarán libres a unos periodistas que dirán cuando puedan que los militares les abandonaron a su suerte? ¿Otra vez?

-Pero si es la verdad, y cómo usted ha dicho, no sería la primera vez.

-Digamos que los militares podrían excusar no haber intervenido en la primera oleada de zombis. Pero, ¿perder Bellver? ¿El bastión inexpugnable de Mallorca? ¿Leer que se fueron sin presentar batalla? El castillo es un punto vital de la defensa de la ciudad. Es un centro de comunicaciones y de vigilancia… y Bonet lo abandonó sin pensárselo dos veces dejando atrás material militar valioso, entre otras cosas. No, este incidente no puede salir a la luz.

-Por su regla de tres yo tampoco tengo ninguna posibilidad –señaló el comisario preocupado.

Jornada 7. De policías y militares (88)


Vázquez se aseguró de que no había cerca nadie que pudiera escuchar su conversación.

-Comisario, tenemos un problema –dijo casualmente- O más de uno. Lo cual estos días no parece ser extraño.

-Usted dirá –dijo el comisario educadamente.

-No hemos tenido contacto con el comandante Bonet –le informó Vázquez- Lo cual ha sido una suerte para ustedes, dado que de lo contrario no hubiéramos venido a rescatarles.

El comisario no ocultó su confusión.

-Si Bonet hubiera informado –continuó el soldado- sabríamos que entre los supervivientes no están dos piezas muy preciadas, el inspector Castillo y un sargento. Que son el motivo real de este rescate.

-No sé de qué está hablando- dijo el comisario mirando directamente a su cigarrillo.

-Esa es la respuesta que debe dar al mando cuando le pregunten –sonrió Vázquez tratando de tranquilizarle- Su inspector es quién deslizó el plan para rescatarles. Sólo le estoy diciendo esto para que tenga toda la información. Además he visto, que entre los supervivientes civiles hay periodistas. A alguno le reconozco y otros ni se han molestado en ocultarlo.

-Y si fuera así, ¿sería un problema? –Preguntó el comisario receloso.

-¿En una sociedad de libre información? No. ¿En estos tiempos que corren? Sí –le respondió contundentemente Vázquez- Al Alto Mando no le gusta que le saquen los trapos sucios en público. Aunque estén edulcorados. Y ha sido una suerte que Bonet no dé señales de vida, si llega a informar de que los preciosos fugitivos de mi superior no estaban en el castillo pero sí que había un grupo de periodistas… bueno, creo que se imagina su destino.

-¿Y ahora? –Preguntó el comisario preocupado.

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