-No está muerto –dijo tajante Alex- Si lo estuviera… lo sabría.
-Oh por favor, no me vengas con esa historia de los hermanos y que uno sabe lo que el otro está pensando.
-¡¿Y qué quieres que te diga?! –Estalló el policía- ¡Debo pensar que está vivo! ¿Qué harías tú en mi lugar? ¿Rendirte?
El sargento negó con la cabeza.
-No quería decir eso, pero es que…
-Mira, pon en marcha el humvee, salgamos de aquí y luego ya pensaremos qué hacer. No quiero acabar como tu amigo el comandante.
El sargento se fijó en que los zombis se habían acercado peligrosamente. Avanzaban de forma lenta y errática, pero si uno se olvidaba de ellos… se te echaban encima y cuando querías darte cuenta ya era tarde. Condujo el vehículo por la amplia rotonda y entre los vehículos abandonados mientras trataba de ganar velocidad y abandonar esa zona lo más rápido posible.
Pasados unos minutos dejaron de encontrarse coches abandonados y el humvee comenzó a coger velocidad mientras el sargento y el policía respiraban aliviados.
-Seguimos con el plan original –dijo Alex- Llegamos a la base del Puig y si mi hermano está, pues fantástico. Y sino pues ya veremos qué hacemos. Igualmente tampoco es que tengamos muchas más alternativas.
-Te repito que es un suicidio subir ahí arriba –insistió el sargento- Antes de que nos demos cuenta nos habrán volado la cabeza.
-Piensa positivamente. En ese caso no acabaremos como muertos vivientes. Además, si mi suerte sigue así, seguro que nos encontramos la base destrozada y en manos de los zombis.