Llegaron a la plaza de la iglesia y como se temían estaba llena de zombis que cercaban el edificio santo. Por suerte con el pasar de los tiempos esas zonas se habían reforzado más que cualquier otro edificio para contentar a Roma y un muro de dos metros que rodeaba la iglesia impedía que los muertos vivientes se acercaran demasiado a la misma. La zona estaba en completo silencio a excepción del ruido que hacían esos monstruos de la naturaleza al arrastrar sus piernas sobre el suelo y golpear con saña con sus puños contra el muro que les impedía acercarse a los vivos.
Xavier miró a sus compañeros.
-¿Alguno se presenta voluntario para acercarse a la iglesia y preguntar si están vivos ahí dentro?
-Mejor dejamos esta zona hasta que seamos más en número y tengamos un plan –sugirió Jaume- Sabemos que están aquí, y no se moverán así que eliminemos primero a sus compañeros y dejemos que estos se den cabezazos contra los muros.
-Sí, mejor dejarles tranquilos, no sea que decidan jugar al escondite –añadió Joan- Y entonces si que será complicado.
-El pueblo ha hablado –sonrió Xavier- Tendríamos que contactar con los otros grupos para ver cómo les va y dónde están para coordinarnos. Y recordarles que no todos los zombis son estúpidos.
Joan cogió la radio y trató de hablar con alguno de los otros grupos. Al otro lado de la radio respondió Pere.
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