Cambiaron de calle y siguieron limpiando de zombis el pueblo. Como Xavier había pronosticado, estaban dispersos y era fácil de acabar con ellos. No tuvieron mayores problemas hasta llegar a una de la que parecía calle principal del pueblo.
-Si seguimos por la calle del rincón llegaremos a la iglesia –le informó Joan- Seguramente en la plaza habrá bastante más zombis. Si la gente se ha refugiado en la misma… la estarán acosando.
-Entiendo que durante la Gran Plaga la gente buscara el refugio del suelo sagrado –comentó Xavier mientras abría camino- Pero ahora… no tiene sentido. Seguro que sus casas son más seguras. Habrán acumulado comida y bebida. Si se juntan en la iglesia y uno de ellos muere y nadie se da cuenta de que se transforma antes de tiempo… será una masacre.
-La gente sigue pensando que los arcángeles bajaran de los cielos blandiendo espadas de fuego para salvarles –dijo en tono irónico Jaume- Creen que rezando se salvarán cuando lo que deberían hacer es coger sus escopetas y disparar a las cabezas de esos desgraciados.
-No es tan fácil disparar a otro ser humano –señaló Xavier- No todo el mundo lo tiene dentro de sí, el poder seguir viviendo con sangre en sus manos. He visto soldados dejar su fusil y salir corriendo ante la imposibilidad de dispararles.
-Más estúpido todavía –respondió Jaume- Un soldado temiendo disparar su arma… ¿y si tuviera que enfrentarse contra seres vivos como es su deber? ¿Entonces sí podría? No me venga con tonterías, esa gente son cobardes y punto.