Jornada 10. El final del principio II (XXV)


El padre Xavier trató de explicarle lo que había pasado. Eligió no hablar del estado de los cadáveres de los mercenarios que había ido dejando por el camino.

-Lo tengo confuso –dijo Mara tratando de recordar-, me acuerdo de comenzar a disparar… de salir corriendo… creo que me alcanzaron pero…

-Supongo que ahora no importa todo eso –dijo el sacerdote-. Dime, ¿te acuerdas de tu vida antes de todo esto?

-Me vienen flashes a la cabeza, imágenes –dijo Mara-. Es algo confuso, sé que son recuerdos, pero todavía los tengo…

La persona que parecía haberla atendido medicamente intervino.

-La amnesia es un fenómeno muy extraño, se dice habitualmente que el propio cerebro la crea para proteger a la persona de algo malo. A pesar de todos nuestros avances, sigue siendo uno de los mayores misterios de la ciencia. Supongo que por eso los zombies están tan interesados en los cerebros, sabemos tan poco de esa materia gris, que ocupa tan poco pero que es tan importante –dijo como improvisando con aquélla particular teoría pero con tono seguro.

-Creo que había una base militar a las afueras de la ciudad –dijo Mara lentamente-, y creo que… de alguna manera, estoy conectada a la misma.

A continuación trato de incorporarse a pesar del dolor que sentía. El padre Xavier trató de detenerla.

-Has perdido mucha sangre –dijo mientras trataba de agarrar sus brazos para que no se levantara-, y estás herida, debes descansar y darle tiempo a tu cuerpo a que se recupere.

-Y a tu cerebro –añadió el misterioso benefactor.

-Pero puede que ahí estén las respuestas que busco –insistió Mara-, no puedo quedarme aquí, estando tan cerca de… algo así… importante.

El padre Xavier miró a la otra persona preguntándole con la mirada.

Éste se encogió de brazos.

-Si quiere ir nadie se lo podrá impedir, aunque me gustaría acompañarles si no les importa… por si surgen problemas con sus heridas. No quisiera que mi tiempo se echara a perder.

Mara tomó aliento y se puso en pie. El mundo comenzó a girar a su alrededor y volvió a caerse sobre el sofá con una profunda sensación de nauseas. Cuando el sacerdote trató de ayudarla Mara le indicó que esperara y volvió a ponerse en pie.

Esta vez más lentamente. El mundo seguía girando y continuaba con ganas de vomitar, pero ahora parecía poder mantener el equilibrio.

Tras un par de minutos todo pareció comenzar a cobrar su normalidad habitual y decidió quedarse quieta. Mara trató de dar un par de pasos, lentamente, tratando de olvidar el dolor que recorría todo su cuerpo.

Se mordió el labio inferior mientras daba otro par de pasos.

-Tengo un poco de morfina para el dolor.

Mara negó con la cabeza.

-Nada de drogas. El dolor me ayudará a recordar que no estoy soñando.

Vamos. Debo encontrar esa base militar.

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