Sam subió a la azotea y se sentó mirando hacia el patio. Los zombies seguían invadiendo cada vez en mayor cantidad el interior aunque parecía que al único edificio al que habían accedido era el suyo. La mayoría pululaban de forma errática y sin rumbo. Al igual que dentro del edificio.
Eso era lo más desconcertante de esos malditos bichos. Que su comportamiento no tenía sentido. Sus movimientos no parecían tener ningún objetivo salvo el de atrapar a su presa. Lo cierto era que no había tenido mucho contacto con los no-muertos. Y aquella era la primera ocasión que los había visto en ese número tan grande y podía estudiarlos sin… peligro.
Aunque por lo que podía ver no había mucho que estudiar. Eran estúpidos. Sin rastro alguno de inteligencia. Y no parecían ser conscientes del daño que sufría su cuerpo. Les daba igual que les faltara un brazo o tuvieran toda la piel carbonizada, mientras sus músculos pudieran responder su cuerpo seguía en movimiento.
Y el olor. Nunca se había dado cuenta realmente de ello. Pero apestaban. Carne podrida. Y ahora además, carne quemada. Era insoportable. Y cada vez que descansaba la vista veía los destrozos ocasionados por las explosiones de los jeeps y recordaba la muerte de Henry, el general Smith y el resto de soldados.
Cerró los ojos tratando de olvidar las escenas, pero a su mente volvían las atroces escenas. Escuchó a lo lejos el ruido de los truenos. ¿Otra tormenta? Tal vez el agua ayudaría a limpiar el olor a muerte. Pero había algo extraño. Los truenos eran muy seguidos.
A su pesar no pudo evitar abrir los ojos tratando de ver el origen de los truenos. Al principio no pudo ver nada pero de repente en las afueras de la base comenzaron a sucederse las explosiones una detrás de otra. Y los zombies comenzaron a ser hechos pedacitos.
Poco a poco el ruido de los truenos se convirtieron en los terribles ruidos que los potentes motores de los tanques hacían. Sam observó cómo en su primera aproximación los tanques descargaban sin descanso su arsenal a través de sus largos cañones sobre los zombies que había en el exterior de la base.
Cuando los tanques se habían acercado más a la base los cañones guardaron silencio y un ruido más aterrador se empezó a escuchar. El que provocaban las orugas de esos pesados vehículos al pasar por encima de zombies, vivos o muertos, y aplastarlos. Se podía escuchar cómo los huesos de los cuerpos de los no-muertos eran triturados y aplastados. El espectáculo después de que los tanques pasaran por encima de una zona era vomitivo. No quedaba nada en pie ni entero.
Sam pensó aliviada que todo había terminado. De momento.
Desde la distancia Mara había observado todo lo que había pasado en la base y en su exterior sin poder hacer nada. Con lágrimas en los ojos había asistido a la muerte de su superior, el general Smith. Sus puños se cerraron y sus dedos se apretaron tanto que las palmas de sus manos comenzaron a sangrar debido a la rabia e impotencia que sentía en aquel momento. Lo recordaba todo, y ahora tenía claro que su misión era encontrar y matar a Doc.