El problema era que, al igual que los turistas, los jefes de seguridad en la isla escaseaban. Sabían que era una ratonera. Y si alguna vez volvían los zombies con fuerza no había nada que hacer.
Hasta que un día mientras hablaba con un cliente éste le felicitó por uno de los miembros de seguridad del hotel. Investigando más descubrió que entre el personal contratado no todos eran más rápidos con el gatillo que con el cerebro y poco a poco fue escuchando grandes cosas de esa persona, tanto entre los empleados del hotel como entre los clientes. Al parecer era una persona educada y sociable que trataba de ayudar en lo que fuera necesario.
Lo primero que hizo fue conseguir su currículum y estudiarlo. Tenía un título universitario y había sobrevivido a los zombies en Mallorca en el ’85. Pero sus jefes no parecían tenerle en alta estima a juzgar por las continuas notas negativas presentadas por los mismos… lo cual hacía que tuviera más interés por él. Había aprendido que si un superior se quejaba continuamente de un empleado pero no le despedía… era que simplemente lo consideraba una amenaza para su puesto.
Se decidió en que tenía que conocer a ese hombre.
Así que un día en el que éste trabajaba se acercó a él y le invitó a comer cuando pudiera. Carlos, que así se llamaba el miembro de seguridad, se mostró algo sorprendido que el director del hotel le invitara a comer, pero no fue impedimento para que aceptara quedar con él.
Poco después se encontraron los dos comiendo en uno de los restaurantes más tradicionales de la ciudad que se encontraba cerca de su casco antiguo, el celler Sa Premsa, y que estaba como era habitual lleno por los estupendos platos caseros elaborados por sus cocineros. Lo cierto era que a pesar de la caída de visitantes extranjeros el restaurante había resistido gracias a los clientes locales que se habían convertido en habituales.
El motivo por el que Pep había elegido ese sitio no era únicamente por su buena comida, sino también porque había un ruido de fondo que impedía que nadie escuchara sus conversaciones. Y en el mundo hotelero los espías se ganaban el sueldo de la misma manera que en cualquier otro negocio. La información era poder. Y saber a quién estaba tanteando el nuevo Rey Midas como jefe de seguridad era una información realmente golosa.
Pep le ofreció un cigarrillo a Carlos mientras encendía uno para sí mismo mientras esperaban los entrantes, éste negó con la mano. Pep le dio una calada a su cigarrillo y luego soltó el humo haciendo que se uniera a la nube blanca que flotaba sobre sus cabezas.
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