Jornada 9. El final del principio (XXIII)


Las primeras balas encontraron su objetivo, la cabeza y el pecho del jefe. Éste se derrumbó sin saber qué le había golpeado. Mara había pensado que estaban demasiado relajados a pesar de decir tratarla con respeto. El jefe llevaba su casco en la mano, y sin puesto. Y eso le había costado caro.

Volvió a disparar un par de veces a sus compañeros aturdidos pero no tuvo tanta suerte y les acertó en el pecho. Aunque cayeron, como mucho les provocaría quedarse sin aire dado que llevaban chaleco antibalas.

Volvió a rodar para situarse detrás de otro coche justo a tiempo dado que la zona en la que había estado unos segundos antes se llenó de balas que eran disparadas desde varias posiciones.

Enseguida los tiradores modificaron su blanco y comenzaron a disparar contra el coche que cobijaba a Mara que miró a través de otro retrovisor cómo los soldados se recuperaban doloridos en el pecho y se unían a sus compañeros disparando contra ella.

Había confiado en tener un par de minutos de ventaja al matar a su jefe, pero parecía que no había tenido suerte y sus contrincantes eran disciplinados a pesar de no tener a alguien que les diera órdenes.

Pensó en su siguiente movimiento. Necesitaba otra distracción. Se agachó para poder observar la situación desde debajo del coche. Disparó un par de veces a los ¿soldados? ¿mercenarios? que veía, que comenzaban a tratar de rodearla moviéndose por los lados de la calle. No les podía dar en partes vitales, pero sí en las piernas, y por ahora eso bastaría para pararles temporalmente y hacer que tuvieran que pensárselo dos veces.

Dos más cayeron. Miró a su alrededor. Entre ella y sus atacantes había varios coches tanto aparcados como en medio de la calle. Buscó uno volcado y disparó contra el depósito de gasolina del mismo. Un par de disparos y la gasolina que había en el depósito comenzó a caer sobre el asfalto. Otro par de disparos al suelo provocaron diversas chispas que inflamaron el combustible.

El depósito no tardó en explotar y lanzar sus mortales trozos metálicos calientes por todas partes. Además, fruto del fuego y de la temperatura alcanzada comenzó a formarse una humareda provocada por el aceite hirviendo.

Mara aprovechó ese momento para salir de su refugio y comenzar a correr hacia una de las calles que había detrás de ella esperando que la humareda impidiera que la vieran correr al descubierto.

Las balas comenzaron a resonar y esta vez fueron acompañadas por explosiones. Parecía que se habían convencido que no era un juego y comenzaban a usar el lanzagranadas para matarla. Por suerte ella ya no se encontraba en el lugar que estaba recibiendo los impactos.

Notó un fuerte dolor en el costado. ¿Le habrían dado? Movió la mano a la zona dolorida y vio que la tenía manchada de sangre. ¿Cuándo le habían alcanzado? No había notado el impacto. Entonces recordó que era donde tenía la herida que se había hecho en el almacén. Los puntos se habían abierto.

Respiró tranquila mientras corría justo cuando notó un fuerte dolor en el brazo. Ahora sí, una bala le había alcanzado.

2 comentarios

  1. idem antrerior, balas son las de los cañones de antes…
    seria «los primero proyectiles»

    • Según el diccionario de la RAE:

      bala.
      (Del fr. balle, y este del franco *balla, pelota; cf. al. Ball).
      1. f. Proyectil de forma esférica o cilíndrico-ojival, generalmente de plomo o hierro.

      proyectil.
      (Del lat. proiectum, supino de proiicĕre, lanzar).
      1. m. Cuerpo arrojadizo, especialmente si se lanza con arma de fuego; p. ej., una bala, una bomba, etc.


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