Si hay algo que saben hacer bien en las cárceles es enfrentarse a los reclusos bien equipados. Al verles, era como ver a los caballeros de la edad Media con sus armaduras brillantes, aunque en este caso eran armaduras azul oscuro. La planta inferior de la galería se llenó enseguida de humo debido al gas lacrimógeno lanzado por los antidisturbios que ya tenían las porras preparadas y empezaban a caminar hacia lo que ellos creían que eran prisioneros rebeldes.
Yo mientras tanto había salido de mi celda con cuidado para ver el espectáculo y un prisionero no-muerto se abalanzó sobre mí. El pobre acabó cayendo accidentalmente por encima de la barandilla de la galería y estrellándose contra el suelo de la misma en medio de la batalla campal que se había organizado. Yo miré a ambos lados para asegurarme que no tenía más compañeros con ganas de hincarme el diente. Decidí que era el momento para salir de ahí discretamente. Si este comportamiento de no-muertos se estaba dando fuera de la prisión tenía que hacer preparativos y era más seguro estar lejos de aquí y no encerrado con esos monstruos come-carne.
Los antidisturbios, que todavía no sabían contra qué se enfrentaban, empleaban toda su fuerza golpeando a diestro y siniestro sin ninguna piedad ni distinción. Su salvaje comportamiento y su equipamiento era lo que les salvaba la vida y les daba ventaja en esa batalla. Estaban completamente tapados. Era imposible que los zombies pudieran morderles o arañarles o lo que fuera que hicieran los zombies para intentar derrotar a su enemigo.
Yo me dirigí hacia el lateral de la galería donde un guardia novato y principiante observaba todo el espectáculo sin pestañear sin darse cuenta que cualquiera podía acercarse a él y su puesto de guardia y matarlo. Fue rápido, le corté el cuello de lado a lado para que muriera deprisa y sin dolor con un cepillo para los dientes convenientemente afilado, una herramienta rudimentaria pero igual de efectiva. Luego me intercambié el traje con él. Arrojé el cadáver a la nube de humo, antidisturbios y zombies que había y me alejé del lugar.
Sí, mi traje, el traje del guardia para ser más exactos, estaba lleno de sangre, pero justamente eso hacía que fuera más fácil pasar los controles de seguridad. Un compañero herido en los disturbios necesitaba ayuda médica urgente. Y a nadie se le había ocurrido que algún prisionero intentaría o podría escapar. Había demasiado jaleo para que nadie comprobara realmente mi identidad.
Así que salí por la puerta principal a bordo de una ambulancia con destino al hospital más cercano, el cual estaba sumido en un caos debido a un reciente brote de histeria y violencia que había habido en la zona. Y gracias a ese descontrol salí por la puerta del hospital caminando y sin que nadie me dijera nada.
Y ahora, bueno, aquí nos encontramos, tú y yo, paseando por estos pastos en busca de una nueva aventura. Estoy deseando ver que hay en nuestro futuro, seguro que es algo excitante.