22 de febrero de 2010
Al final yo tenía razón. Juan se ha transformado. He decidido seguir su diario como homenaje. Desde aquí le puedo escuchar golpeando y arañando la puerta de su habitación en la que le he dejado encerrado. Y encima gruñe. O lo que sea que hacen los zombis que sueltan ese maldito sonido gutural que tan nervioso pone a la gente y con razón.
Lo cierto es que era lo que me temía. De alguna manera, no sé cómo, ha acabado contagiado y se ha transformado. Nunca había visto o leído algo igual. Es cierto que había rumores que decían que si un zombi te mordía podías transformarte pero, en el caso que estamos hablando, no ha sido así. Y lo peor es que ni siquiera sé si se ha muerto. Simplemente anoche estaba delirando y hoy… bueno… hoy ya estaba transformado.
Y el susto que me he llevado ha sido tremendo. Pero la suerte ha estado de mi lado dado que cuando se ha transformado se ha quedado atrapado entre las ropas y las mantas que tenía por encima y apenas se podía mover así que cuando he entrado para ver cómo estaba y ha tratado de abalanzarse sobre mí ha tropezado miserablemente y me ha dado tiempo a salir cagando leches y cerrar la puerta y dejarla atrancada hasta que se me ocurra algo mejor que hacer con él.
A ver cómo le saco de la casa. Podría dispararle pero he visto la casquería que se crea en esos casos y sería bastante complicado y tedioso limpiarlo todo. Así que tendré que pensar en cómo deshacerme de él sin ensuciar la casa.
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