7 de enero de 2010 (III)
La radio funcionaba a ratos y sólo con información local que parecía ser algo más acertada aunque también más alarmante. Decían que los militares se negaban a luchar contra los zombis y que estos últimos habían aparecido durante la cabalgata y se había producido una masacre.
Lo cierto es que desde mi terraza no se veía ninguna calle pero todo parecía estar en silencio. No me podía hacer a la idea de que el mundo se había acabado y yo había estado durmiendo durante ese tiempo. Todavía me costaba creerme que estuviera pasando aquello y seguía esperando que alguno de mis compañeros apareciera por la puerta con una sonrisa diciendo que todo había sido una elaborada broma. Pero en las siguientes horas todo siguió igual.
No fue hasta la noche, cuando decidí irme a dormir, que caí en la cuenta de que no había revisado realmente el piso o la puerta, ni me había fijado en si estaba cerrada. Cuando pensé que algún zombi de esos podía entrar por la puerta o se podía haber colado mientras dormía me entró el pánico y salí corriendo a comprobar el estado de la entrada. Por suerte estaba cerrada y bien cerrada, aunque lo cierto es que no me fiaba demasiado de esa puerta. Parecía muy delgada, ¿resistiría la embestida de los zombis? Debería encontrar algún método de asegurarme de que aguantara o reforzarla de alguna manera.
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