Fue entonces cuando el todavía oficial del KGB puso sobre la mesa la opción de la bomba de neutrones. La mayoría no sabían ni a qué se refería. Fue cuando sacó los informes y los comenzó a repartir entre los presentes. A pesar de que también dejaba un rastro nuclear éste era sólo cerca de la mitad de las bombas atómicas, además recientes estudios científicos aseguraban poder rebajar ese porcentaje aún más, aparte de que ese rastro desaparecía mucho más rápidamente. Los resultados de dicha bomba eran devastadores, pero sólo para los seres vivos (zombis incluidos) dejando casi intactas las instalaciones y edificios alejados de la zona cero.
Lo mejor de la opción ‘N’ era que resultaba efectiva incluso con los zombis que por algún motivo se encontraran encerrados en algún bunker. Era cierto que los posibles supervivientes también se verían afectados y morirían pero, ¿acaso importaba? No eran rusos, así que no era su problema. Existía la posibilidad de que la zona bombardeara quedara inhabitable durante un largo tiempo debido a una reacción en cadena producida por los neutrones pero dado que no había planes de colonizar esa parte del planeta (la Unión Soviética era suficientemente grande) tampoco importaba mucho. Y siempre se podría desterrar a esas zonas a las personas más molestas, así se sabría si era habitable la zona o no.
Los miembros del Politburó no parecían muy convencidos de todos esos informes. Al fin y al cabo, ¿no habían dicho los científicos que los zombis eran algo que no se podía producir en la vida real? Pero Putin, preparado para algo así, propuso hacer una prueba en un lugar apartado en el interior de Asia. Lo suficientemente alejado de las fronteras rusas como para que les pudiera afectar.