O al menos ese era el plan original hasta que alguien señaló que reunir a tanta gente y coordinarla llevaría demasiado tiempo y que los zombis no esperarían. La alternativa fue usar el enorme potencial militar soviético que había estado a punto de arruinar al país sólo con el coste de mantenimiento. Millones de toneladas de bombas fueron cargadas en los diversos bombarderos y mandados con instrucciones claras: Soltarlos en las zonas establecidas.
El resultado fueron espectaculares cañones de 30 metros de fondo por casi 100 de ancho a lo largo y ancho de la frontera con el resto de países asiáticos. Debido a la capacidad de destrucción de las bombas no hizo falta seguir la idea original de rellenar de agua o desviar los ríos y los mares. Ningún zombi sería capaz de escalar por las escarpadas paredes que las explosiones habían provocado.
El problema surgió al tener que hacer frente a la parte europea. Si bien era cierto que la frontera con Asia era en su mayor parte tundra y no había problemas territoriales, con Europa la cosa era más complicada. Se decidió usar el mismo método en Alemania en la zona conocida como Alemania Oriental y en las fronteras entre Italia y Eslovenia y entre Bulgaria y Turquía. Si la Humanidad sobrevivía ya habría tiempo para discusiones con posterioridad sobre fronteras y países y demás tonterías.