No se les había visto usar herramientas o armas alguna por lo que por ese lado eran inofensivos. No parecían alimentarse, a pesar de que a veces devoraban parte de los cadáveres. Y parecía que sólo afectaba a los seres humanos y que los animales ni se convertían ni eran un objetivo de los muertos vivientes, lo cual no dejaba de ser un misterio. Y luego estaba el tema de las cabezas.
Casi todos los soldados habían observado que los zombis no volvían a moverse después de destrozarles la cabeza, seguramente el cerebro era el elemento a destruir. Por fin tenían un método seguro para acabar con ellos y que no incluía usar bombas atómicas o explosivos o una cantidad prohibitiva de munición.
El mayor problema al que se enfrentaban eran las turbas. De vez en cuando los zombis se agrupaban. No se sabía el motivo ni cuándo ocurría, simplemente se reunían en una zona concreta y trataban de causar el mayor daño posible para, al cabo de un tiempo, volver a separarse. La zona no parecía tener nada de especial: algún ser vivo, o un objetivo estratégico. No se podía tratar de adivinar los motivos de los zombis dado que parecía que no tenían.