Al llegar a las barracas se encontró con un compañero de la KGB al que todos llamaban el Profesor por su inteligencia y capacidad de absorber información. Ante un vaso de vodka le narró lo acontecido y la información que había obtenido. El Profesor le señaló que seguramente podrían obtener más todavía gracias a los centinelas de las torres, y resultaba más rápido que esperar a las investigaciones de los científicos. Su explicación era sencilla, los veían todos los días y, aunque no lo supieran, se pasaban horas y horas observándoles, ¿qué más sabrían que nunca habrían comentado a sus superiores por parecerles obvias? Sus costumbres, sus movimientos, sus planes… Toda esa información estaba ahí y sólo había que recopilarla.
Durante las siguientes horas se pusieron a escribir en una libreta una serie de preguntas que hacerles a los soldados y obtener la información necesaria para preparar una estrategia contra los zombis. Al final acabaron con una lista de 25 preguntas y se separaron para entrevistar a los soldados. La tarea fue ardua dado que nadie se fiaba del KGB y tantas preguntas podrían significar que estaban buscando culpar a alguien. La solución fue hacer las entrevistas en los bares empapadas de vodka, lo que además les ayudaba a recordar más detalles.
Entre la información que obtuvieron estaba que no había una jerarquía visible entre los zombis, lo que complicaba mucho las cosas, si los zombis actuaban independientemente no se podía matar a sus dirigentes para debilitar su estructura. No tenían planes y sus movimientos eran completamente erráticos, a veces se movían en grupo, a veces se separaban y cada uno iba por su lado. No mostraban la más mínima señal de inteligencia y se podían pasar días golpeando una pared o el muro de Berlín y dejarse las manos sin que pareciera afectarles, dado que seguían golpeando con sus muñones cuando se quedaban sin manos.