La ayuda de los científicos había sido hasta el momento pobre. La mayoría había huido a Occidente debido a las promesas que se les habían realizado, y los que se habían quedado habían sufrido accidentes desafortunados al comenzar a estudiar a los zombis y no tomar las medidas de seguridad adecuadas. Así que ahora los soviéticos se encontraban en la tesitura de que sus mejores mentes se encontraban huidas o muertas y no conseguían averiguar cómo acabar con el fenómeno zombi.
Por su parte Vladimir había escrito varios informes al respecto y los había distribuido entre los Mandos militares que al principio se habían mostrado reticentes, era natural, él era un agente del KGB y por definición los lacayos del Politburó que hacían su trabajo sucio. Pero esa misma posición y el miedo que causaba fue lo que permitió finalmente que los militares le escucharan y se pusieran mano a la obra.
Pero el mayor descubrimiento lo había realizado un día mientras revisaba y visitaba las torres de vigilancia que había alrededor del muro. Había ido escuchando disparos y gritos a intervalos más o menos regulares lo que le había alarmado. ¿Podía ser que los zombis hubieran conseguido finalmente superar las defensas? Fue corriendo y se tranquilizo al escuchar risas. Subió por una de las torres ante la sorpresa del soldado que a punto estuvo de dispararle creyendo que era un zombi.
-¿Qué han sido esos disparos? –Preguntó alarmado Vladimir sin hacer caso al AK con el que le estaban apuntando.
-¿Y quién es usted? –Preguntó el soldado con cierta sorna.
-Vladimir Putin, KGB –respondió mirando a su alrededor.
-No sabía que los perros podían subir las escaleras –dijo el soldado mostrando su disgusto.
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