Vladimir siempre había creído en la Madre Rusia y su objetivo, desde pequeño, había sido servir con honor. Se había preparado en la universidad y había salido con el título de abogado, que al contrario de lo que las malas lenguas decían, era un empleo valorado y necesario en el país y más si se pretendía seguir una carrera diplomática. Pero antes de que pudiera hacer planes el KGB llamó a su puerta, y nadie le decía que no al KGB.
Cuando la plaga zombi estalló estaba destinado en los servicios de contra-inteligencia y sus informes constantes señalaban claramente que el levantamiento de zombis era un fenómeno global y no un ataque biológico como el ala más dura quería hacer creer. Afortunadamente para él y el resto del mundo, antes de que los misiles nucleares comenzaran a volar, el Premier sufrió un ataque al corazón y murió. Pero las cosas sólo empeoraron y el país se vio invadido por zombis sin que nadie supiera qué hacer. Como pago a sus servicios fue destinado a Alemania Oriental, y más concretamente a Berlín.
Cuando llegó la ciudad estaba inmersa en el caos. El gobierno había huido o muerto y las instrucciones de sus superiores eran del todo menos claras. En situaciones normales simplemente se habría dedicado a recabar información sobre los americanos y tratar de descubrir a sus aliados entre la población. Pero aquellas no eran condiciones normales y sus órdenes eran vagas. Pero a la vez le permitían bastante libertad.
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