Arrancó de nuevo el vehículo y lo puso en marcha. El peso de las bombas en el capó se notaba en la velocidad del mismo y en lo lentamente que seguía las órdenes de acelerar o cambiar de dirección. Eso podía ser un problema. Mara condujo el vehículo entre las aeronaves; era bastante complicado debido a las continuas correcciones que debía hacer mientras se acostumbraba al peso y al tiempo de reacción de las ruedas, además tenía que vigilar a los zombis y no ponerse en su camino mientras además trataba de dejar libre una ruta hacia el resto de las bombas atrayéndoles hacia ella. Si el carrito chocaba contra un zombi perdido todo ese esfuerzo no habría servido para nada.
Calculó el punto desde el que podría lanzar el carrito, el trayecto parecía estar limpio y no había zombis alrededor. La alarma del reloj sonó. Se le acababa el tiempo. El submarino ya debía de estar en posición y preparándose para disparar sus torpedos. Paró el vehículo una vez más y se puso a buscar algo con lo que apretar el acelerador sin tener que hacerlo ella; cogió uno de los topes de un avión y lo puso sobre el pedal. El vehículo se puso en marcha y Mara vio cómo se alejaba y cómo los zombis comenzaban a acercarse. Daba igual. En unos segundos todo habría terminado casi como comenzó aquella pesadilla: con una explosión que lo limpiaría todo, aunque esta vez sólo afectaría a los muertos vivientes.
Siguió con la mirada el vehículo y vio cómo finalmente chocaba contra el grupo de bombas. Lo último que notó fue el calor envolviéndola.