Daba igual, estaba en una habitación llena de zombis deseosos de acabar con ella. Y no tenía más tiempo que perder buscando otra sala de comunicaciones. Así que cerró la puerta detrás de ella, comprobó su pistola y comenzó a disparar sin compasión a las cabezas de los tripulantes transformados. Con los que tenían máscara fue más complicado pero tras varios minutos sin moverse de su sitio y apuntando con paciencia y eficacia los cadáveres habían dejado de moverse. Para Mara todo había pasado de una manera demasiado fácil, los zombis parecían estar confusos, se dirigían hacia ella pero se paraban, y se volvían a poner en marcha. Ni siquiera el ruido de los disparos les había parecido hacer reaccionar y atacar con más ganas.
Mientras Mara revisaba los equipos se preguntó a quién llamar… ¿A Gerald? ¿Al ejército? Podría hacerse pasar por parte de la tripulación del portaviones, pero resultaría extraño que llamara a tierra. ¿Y sí decía la verdad? Que los zombis habían tomado el portaviones, ¿la creerían? Decidió que lo mejor era llamar primero a Gerald… si conseguía averiguar cómo hacerlo. Estudió las consolas con atención. Tantas pantallas y tantos teclados. ¿En qué estaría pensando? ¿Por dónde empezar? Buscó un simple teléfono con el que poder llamar. Y no encontró ninguno salvo el que se usaba para comunicarse con el resto del navío.
Respiró hondo. Y estudió con más atención las consolas. La solución estaba ahí. Debía tranquilizarse. Aunque el pensar que se estaba preparando una explosión nuclear no ayudaba. Por supuesto. La solución estaba en su mayoría esparcida por los suelos. Cascos. Todas las consolas tenían una salida para auriculares. Cogió unos esperando que funcionaran y que con todo el lio no estuvieran rotos. Los conectó a una de las consolas y volvió a buscar la manera de comunicarse con el exterior. Seguramente debía escribir algún comando, o buscar algún icono en el escritorio. ¡No tenía tiempo para eso!
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