Revisó una vez más las máquinas de la hemodiálisis y las bombas de infusión. Alguien entró escoltado por varios soldados, llevaba una cuba llena de un líquido negro bastante espeso. Ese misterioso líquido no era petróleo como algunos habían bromeado ocasionalmente, era parte del misterio que hacía que los muertos se volvieran a levantar. Ese líquido era el que había ido extrayendo de los zombis de diversas maneras distintas. Unos cuantos de los cientos de litros que tenía a su disposición al menos. ¿Cuánto resistiría su paciente? Al principio de los experimentos, cuando se había asentado en su vertiente científica después de que los zombis fueran derrotados había creado diversas porras al respecto, pero con Mara, la cosa era distinta. No por respeto, si la respetara le habría pegado un tiro en la cabeza y acabado con su sufrimiento, no. Era porque esa mujer tenía la manía de romper las estadísticas. Tendría que estar muerta, más que muerta, enterrada, quemada… pero ahí seguía viva. Y varias veces había estado a punto de acabar con él. No, con ella no se podían hacer apuestas.
Todo parecía estar correcto y encendió la primera máquina mientras tomaba datos de las lecturas iniciales. El depósito vacío comenzó a llenarse de sangre mientras que el líquido negro iba desapareciendo al mismo ritmo.
-¿Cómo se encuentra la paciente? –Preguntó Doc burlonamente.
Mara no dijo nada y Doc siguió observando las lecturas. Hubo un rápido incremento de las mismas. Algo bastante normal en esos procedimientos. Ahora sólo quedaba esperar a que se rindiera y se muriera. No tardaría demasiado. Nadie había durado más de un depósito sin comenzar a sufrir las consecuencias.
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