-Una cosa no tiene nada que ver con la otra. Es el orden natural de las cosas. Los pobres rezan para ser perdonados y los ricos pagan. Pero la Iglesia y sus servidores es una constante universal. Somos la última línea de defensa contra el Diablo y sus huestes.
-No han hecho muy buen trabajo –señaló Xavier- Si fuera yo les pedía que me devolvieran el dinero.
-¿Los zombis? ¿Enviados de Satán? ¿Pero en qué mundo vive? Son enviados de Dios para salvar a la Humanidad. Ha llegado la hora del juicio final. La salvación está cerca y los justos y temerosos del Señor no deben temer nada.
Xavier suspiró. Estaba cara a cara con un defensor del Apocalipsis… otra vez. Ya había perdido la cuenta de las veces que se había encontrado con un fanático como ese que creía que todo aquello era obra de Dios… para salvarnos o condenarnos. Su línea de pensamiento era la misma daba igual la misión de los muertos vivientes. Y esa gente… era peligrosa. Muy peligrosa.
-Dígame, ¿forma parte usted de la misión? –Preguntó con precaución Xavier, consciente de que pisaba arenas movedizas.
-Por supuesto que parte de mi misión es conseguir que el mensaje de Dios se escuche alto y claro. Sobre todo entre los incrédulos… como los de este pueblo.