Jornada 9. La Ira de Dios (142)


Tragó saliva y disparó por tercera vez destrozando el cráneo de la anciana y viendo cómo el cuerpo caía de nuevo sin vida al suelo y se unía a los otros dos.

Había huido de un espectáculo dantesco para caer en otro… y ser el protagonista. Se quedó un minuto en la escalera tratando de reponerse y de escuchar si se oía algún ruido más. Parecía que el resto de la casa estaba en calma. Al observar con más atención los cadáveres que tenía delante de él pudo deducir lo que había pasado. No le habían rodeado, uno de los zombis debía estar en otra habitación de la primera planta mientras la pareja aporreaba la puerta y cuando les disparó salió para averiguar lo que había pasado. Y eso le podría haber costado la vida. Se había centrado en los gritos nada más subir y se había olvidado de comprobar que no hubiera peligro.

Pero al final había sobrevivido gracias a su experiencia.

Pasó por encima de los cadáveres y comprobó, ahora sí, que no había más sorpresas en las otras habitaciones. Cuando se dio por satisfecho entró en la habitación de la que se habían originado los gritos, y que ahora permanecía en silencio.

-¿Hay alguien al otro lado de la puerta? –Preguntó sin ponerse delante de la misma por si alguien estaba armado- Ya no hay peligro.

-¿Está seguro? –Preguntó una voz temblorosa al otro lado.

Jornada 9. La Ira de Dios (141)


Su cerebro trató de decidir rápidamente qué hacer y decidió que la mejor estrategia era quitarse de en medio. Saltó por la barandilla aterrizando en medio de la escalera que había subido antes. Durante unos segundos creyó que perdería el equilibrio y caería rodando pero finalmente consiguió agarrarse a la barandilla y no caerse. Los zombis habían aprovechado esos momentos para moverse hacia la escalera.

Xavier pudo observar que uno de los zombis parecía ser un anciano y el otro era una mujer de mediana edad. Cuando iba a disparar para acabar con su miseria notó algo agarrándole el pelo y estirándolo. Con el rabillo del ojo vio que era un tercer zombi, una mujer anciana pero que por la fuerza con la que le estiraba el pelo no lo parecía. Tuvo que agacharse con todas sus fuerzas y perder un trozo de pelo para deshacerse de la presa de su tercer atacante.

Con rapidez disparó su escopeta a las piernas del zombi que estaba al final de la escalera, la fuerza del impacto destrozó una de ellas haciendo que se tambaleara y cayera al suelo pero no por la escalera, impidiendo a sus compañeros avanzar y tratar de agarrarle. Xavier se tomó un respiro para recargar la escopeta.

Decidió acabar primero con el zombi al que le había destrozado la pierna de la manera más limpia posible. Si eso era posible. A continuación con el otro zombi que había a su lado y finalmente con el de la anciana que se acercaba a su posición lentamente mientras acababa con los que seguramente eran miembros de su familia.

Jornada 9. La Ira de Dios (140)


Toda la planta baja estaba destrozada, y había señales de aparente lucha por todas partes. Subió las escaleras con cuidado y tratando de no hacer ruido mientras seguía escuchando los gritos que parecían salir de una de las habitaciones que había al fondo del pasillo.

Se asomó con cuidado por la puerta abierta y vio a un par de zombis pegando con sus puños contra otra puerta que estaba comenzando a mostrar signos de fatiga. En unos minutos más estaría destrozada y las personas al otro lado a la merced de sus atacantes.

Trató de apuntar a los cuerpos para que los perdigones no atravesaran la puerta y pudieran herir a los seres vivos al otro lado. Apretó el gatillo y sonaron sendas detonaciones que parecieron surtir su efecto. Los zombis se golpearon contra la pared por la fuerzas de los disparos pero no tardaron en girarse buscando el origen del ataque.

Xavier se dejó ver lo suficiente para que los zombis desistieran en su ataque y se centraran en él y luego salió al pasillo para tratar de matarles sin tener que temer por la vida de otras personas.

Uno de los zombis comenzó a aparecer por la puerta y cuando Xavier se disponía a disparar escuchó el ruido de madera crujiendo a su espalda y el familiar murmullo de un no-muerto. Le habían rodeado.

Jornada 9. La Ira de Dios (139)


Cogió con fuerza la escopeta y salió corriendo tratando de encontrar el origen de los gritos. Parecían salir del interior de una de las casas de la calle en la que estaba pero todas las puertas estaban cerradas y no había ni rastro de una entrada forzada. Volvió a escuchar los gritos más claramente. Venían de dentro de la casa. Comprobó que la puerta estaba firmemente cerrada. Tendría que forzar su entrada.

Apuntó la escopeta a las bisagras y disparó desde una distancia prudencial. Había visto a Mara hacerlo varias veces y nunca se había alegrado más de ello.

La puerta, sin las bisagras para soportarla, cayó al suelo y dejó que Xavier entrara en la casa. Los gritos parecían venir de la planta superior, pero no debía bajar la guardia y se aseguró que no hubiera peligro a su alrededor antes de buscar la escalera que le llevaría arriba.

Jornada 9. La Ira de Dios (138)


-Tenga cuidado ahí fuera –dijo Joan dándole una palmada amistosa en el hombro a Xavier- Y llévese la radio por si tiene algún problema.

Xavier cogió la radio, se despidió de sus compañeros de viaje y salió por una calle adyacente. La verdad era que no quería asistir a otra masacre, aunque fuera de zombis. El tétrico espectáculo que había creado en la mina le había revuelto el estómago. Una cosa era volarle las cabezas a esos engendros… pero hacerles pedazos… sabiendo que eso no acababa con ellos… era despiadado. Y ahora querían repetir lo mismo en aquella plaza. Y él no quería volver a tener que ver volar pedazos por todas partes. Era inhumano.

Caminaba por las calles atento a los posibles movimientos a su alrededor. Pero parecía que los zombis se habían concentrado en la plaza y no vagaban por el resto del pueblo.

Y entonces escuchó unos gritos desde dentro de una de las casas.

Jornada 9. La Ira de Dios (137)


-¿Perdón? –Xavier no entendía cómo se podía hacer eso.

-El teléfono móvil tiene instalada una pequeña aplicación que crea la señal a la frecuencia necesaria –le explicó Pere a través de la radio- Y los detonadores se pueden poner a distintas frecuencias y así los explosivos pueden estallar en distintos momentos.

Xavier no se creía lo que estaba escuchando. Demasiada tecnología para su gusto. Y demasiado peligroso.

-Si creen que funcionará –dijo finalmente- Les deseo la mejor de las suertes.

-Cualquiera diría que no nos va a acompañar –dijo Joan algo sorprendido.

-No creo que me necesiten para esta parte del plan –respondió Xavier- Y alguien ha de revisar el resto del pueblo. Lo cierto es que tengo bastante experiencia en ese apartado así que…

-Pero con los nuevos zombis que hemos visto será más peligroso ir sólo –señaló Jaume- No me parece muy buena idea.

-Dios será mi compañero de viaje –dijo Xavier- Y vigilará mi espalda para que no me pase nada.

Joan y Jaume se miraron e intercambiaron impresiones en silencio. Ambos se encogieron de hombros. Parecía que el sacerdote no iba a cambiar de idea en su plan suicida.

Jornada 9. La Ira de Dios (136)


-Nosotros todavía tenemos todos los explosivos –respondió- No hemos tenido tiempo ni oportunidad de usarlos. Mientras os refugiáis en las casas nosotros podemos cubriros y colocar los explosivos.

-¿Tanta mecha tenéis? –Preguntó Joan extrañado.

-Monty nos pasó unos cuantos detonadores a distancia –respondió Pere- Un regalo por buenos clientes.

-Creía que los móviles no tenían cobertura –señaló Joan.

-No son detonadores de esos. Son por control remoto –le explicó Pere- Una señal a una determinada frecuencia y el detonador se activa. Y podemos usar los móviles para eso.

Jornada 9. La Ira de Dios (135)


-Sí, los hemos visto. Debe haber medio centenar o así –respondió Joan- Será complicado acabar con ellos.

-Tal vez podríamos usar más cartuchos explosivos –sugirió Xavier- La plaza es amplia y si desde el ayuntamiento hacen ruido los zombis se alejarán de la iglesia y podremos usarlos en el espacio abierto.

Joan y Jaume estudiaron la plaza. Ciertamente era lo suficientemente amplia como para poder volar a aquellos desgraciados por los aires. Pero había coches aparcados, y eso sería un problema.

-Podríamos refugiarnos en las casas cercanas y lanzar desde ahí los explosivos –sugirió Jaume- Así estaremos protegidos de los zombis y las explosiones. Incluso de ser necesario podríamos usar los coches como explosivos adicionales.

-Es cierto, hay un par de vehículos debajo de los árboles aparcados. Si hay suficientes zombis alrededor… -dijo Joan- Podríamos tratar de atraerlos a los mismos y luego volarlos. ¿Qué opinas Pere?

Jornada 9. La Ira de Dios (134)


-¿Dónde estáis? –Preguntó con cierto tono de preocupación Pere- Esto está infestado de zombis.

-Estamos en la plaza de la iglesia y no pinta bien la cosa –respondió Pep- Hemos perdido a Tomeu a la entrada del pueblo. Que esa es otra. Los zombis salían de dentro de la mina. Hemos volado la entrada y encerrado a los demás en el patio y la parte oeste del pueblo está limpia… dentro de lo que sabemos.

-Entonces no estáis lejos –dijo aliviado Pere- Estamos encerrados en el ayuntamiento. Hemos ido avanzando desde el oeste y limpiando el pueblo mientras nos juntábamos con algunos vecinos y, de repente, como de la nada, ha aparecido un grupo de zombis que nos han diezmado en menos de dos minutos. Nunca había visto algo igual. Fue entonces cuando recordé la advertencia del padre… tarde por desgracia. Acabamos huyendo perseguidos por los zombis. Ahora parece que se están concentrando delante de la iglesia.

Jornada 9. La Ira de Dios (133)


Llegaron a la plaza de la iglesia y como se temían estaba llena de zombis que cercaban el edificio santo. Por suerte con el pasar de los tiempos esas zonas se habían reforzado más que cualquier otro edificio para contentar a Roma y un muro de dos metros que rodeaba la iglesia impedía que los muertos vivientes se acercaran demasiado a la misma. La zona estaba en completo silencio a excepción del ruido que hacían esos monstruos de la naturaleza al arrastrar sus piernas sobre el suelo y golpear con saña con sus puños contra el muro que les impedía acercarse a los vivos.

Xavier miró a sus compañeros.

-¿Alguno se presenta voluntario para acercarse a la iglesia y preguntar si están vivos ahí dentro?

-Mejor dejamos esta zona hasta que seamos más en número y tengamos un plan –sugirió Jaume- Sabemos que están aquí, y no se moverán así que eliminemos primero a sus compañeros y dejemos que estos se den cabezazos contra los muros.

-Sí, mejor dejarles tranquilos, no sea que decidan jugar al escondite –añadió Joan- Y entonces si que será complicado.

-El pueblo ha hablado –sonrió Xavier- Tendríamos que contactar con los otros grupos para ver cómo les va y dónde están para coordinarnos. Y recordarles que no todos los zombis son estúpidos.

Joan cogió la radio y trató de hablar con alguno de los otros grupos. Al otro lado de la radio respondió Pere.