Jornada 9. La Ira de Dios (121)


Tenía claro que debía controlar el radio de la explosión y la zona a la que tiraba el cartucho, demasiado cerca y podría echar por tierra los planes con la puerta. Demasiado lejos y sólo atraería a los zombis que no interesaba. Buscó una piedra que tuviera un peso parecido al cartucho y la lanzó con cierta fuerza. Demasiada según comprobó dado que aterrizó cerca de la puerta dándole en la cabeza a uno de los muertos vivientes que se giró a su alrededor buscando el origen del golpe. Cogió otra piedra y redujo la fuerza. Esta vez aterrizó demasiado lejos de la entrada. Decidió lanzarla hacia arriba, abriendo el ángulo, en vez de tratar de llegar directamente. Tras otros tres o cuatro lanzamientos creía tener el ángulo y la fuerza necesaria para lanzar el cartucho a una zona que parecía la correcta.