Respiró hondo mientras revisaba una vez más los cartuchos que había unido entre sí. En sus muchas correrías por el mundo se había familiarizado también con los explosivos. Con una compañera de viaje como Mara, qué menos se podía esperar de él. Aunque los que estaba manejando eran bastante rudimentarios. Nada de detonadores electrónicos, o con teléfonos móviles… claro que dudaba que esos pudieran usarse ahora que no había cobertura. Había unido las mechas de manera que le fuera más sencillo encenderlas y se había asegurado de tener el tiempo suficiente para encenderlas, lanzarlas y salir corriendo. No tenía ni idea de la potencia de la explosión pero en esos casos lo mejor era estar lo más lejos posible.
Miró el reloj de nuevo. Ya casi se habían cumplido los diez minutos. Se acercó lenta y silenciosamente hacia el borde arrastrándose por el suelo. Cualquier precaución era poca. Miró hacia abajo. Estaba infestado de zombis. Un paso en falso, un corrimiento de tierra desafortunado y sería historia. Respiró hondo. Cogió el mechero y acercó los explosivos a la llama. Las mechas no tardaron en prender y comenzaron a deshacerse rápidamente. Xavier lanzó con fuerza el paquete tratando de que entrara en la mina.
No se quedó a ver si lo había conseguido. Se puso en pie y salió corriendo en dirección contraria y en diagonal tratando de alejarse lo máximo posible de la posible explosión. A lo mejor la tierra se hundía y no tenía ni idea de hasta donde el terreno sufriría las consecuencias.
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