-Tened cuidado por ahí –respondió Pere- Que sigo contando con que votéis a mi partido algún día. O que votéis al menos. Cambio y corto.
-Supongo que no tendrán explosivos en su maletero –preguntó Xavier pensando en lo bien que le vendría ahora ese material.
-Ahora que lo menciona… -se quedó en silencio sonriendo Tomeu.
-Nuestros vecinos ‘inquers’ tienden a… mmm… cómo decirlo… experimentar la mejor manera de volar por los aires cosas –le trato de explicar Joan- Y cuando todo esto comenzó intercambiamos información… y material. Nunca se sabe cuando podemos necesitar algo así y mire por donde…
-Sigo sin estar familiarizado con la geografía de la isla –se excusó Xavier sin saber a quienes se referían.
-Seguramente mientras estaba en el monasterio habrá comido unas galletas muy pequeñas en forma de bola –le indicó Joan- O cuando ha estado por mi casa habrá visto a mis hijos picando esas galletas.
-Sí, las recuerdo –dijo Xavier- Muy resultonas, el prior de vez en cuando las untaba en ¿sobrasada? O algún otro producto como queso. Casi diría que eran un pequeño vicio.
-Pues las galletas, quelytas, son originarias de esa ciudad. Que está a unos kilómetros de aquí. Se podría considerar que es la segunda ciudad en importancia y tamaño de la isla después de Palma.
-Recuerdo que hay un núcleo urbano cerca de aquí –respondió Xavier que había estado estudiando los mapas de la zona pero sin acabar de recordar el nombre de los lugares- Así que esa gente juega con fuego.
-Es una manera de decirlo –sonrió Joan- Algún día le contaré historias de dimonis y fuegos artificiales.
-Eso espero –respondió Xavier- Significará que hemos sobrevivido.
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