Jornada 9. La Ira de Dios (107)


Joan y Xavier iban en el primer coche mientras que el alcalde les seguía en otro a cierta distancia. El pueblo vecino, Selva, no estaba muy lejos, de hecho se podía ver desde Caimari. Se encontraba encima de una colina que habría que remontar con los vehículos. Ambos pueblos eran unidos por una larga recta de más de un kilómetro de longitud antes de llegar al pie de la colina. Dicha recta se les hizo eterna, a pesar de que apenas tardaron un par de minutos en recorrerla.

-Creo que deberíamos usar un movimiento envolvente –dijo Xavier pensativo mientras notaba cómo el coche desaceleraba para subir la cuesta.

-Padre, algunos de los presentes no tenemos ni idea de esa jerga militar suya –respondió Joan a su lado.

-Bueno, es algo bastante sencillo, consiste en… -Se quedó en silencio ante el gesto de Joan.

-Un segundo, padre. Tomeu pásame el juguete –dijo al copiloto que le alargó un walkie- Creo que será mejor que nos lo explique a todos a la vez y así ahorramos tiempo. Si le parece bien.

-Sí, claro, no sabía que tenían esos comunicadores –se excusó Xavier.

-Excelencia, ¿me escucha? El padre tiene una idea que desea explicarnos –dijo Joan activando el walkie.

-Muy gracioso –respondió Pere al otro lado de la comunicación- Le escuchamos.

-Creo que sería más adecuado separarnos y entrar en el pueblo desde distintos puntos y luego ir yendo hacia el centro del mismo para encerrar a los zombis e impedir que se escapen.