Jornada 9. La Ira de Dios (100)


-Que decida cada familia –respondió Xavier- Dense un tiempo cuando esté todo acabado. Traten de no pensar cuando estudien los refuerzos, simplemente que los muros sean gruesos, no tienen porqué ser demasiado altos, cuanto más altos más fácil que la gravedad les afecte, y si se cae parte del mismo que no afecte al resto y sea fácil de reparar. Vigilen los puntos ciegos… y no llamen la atención.

-Así que nada de campanas para llamar a misa o dar alertas –señaló Pere- Y nada de pegar gritos.

-Piensen que los zombis no salen a buscarnos y cazarnos –señaló Xavier- Se mueven al azar y si escuchan o ven o notan algo que les llame la atención buscan su origen. Si se quedan en el pueblo sin pegar tiros ni causar explosiones es posible que no vean un zombi en mucho tiempo.

-Podríamos montar patrullas de caza para matarles lejos del pueblo –sugirió Joan- Así resolvemos dos problemas.

-¿Y cómo se aseguran de que no les seguirán? –Apuntó Xavier- Es mejor que no salgan más de lo necesario si se quedan. ¿Recuerda lo que me contaba de su infancia, Joan? En el santuario no se veían apenas zombis. Seguramente porque no llamaban la atención para nada.

Sus contertulios se quedaron en silencio estudiando las palabras del sacerdote. Tal vez las duras palabras de Xavier no habían sido en vano. Ciertamente era cierto que estaban algo confiados, y con su discurso les había arrojado un jarro de agua fría sobre esa confianza. Y lo que había señalado era tan lógico y obvio… pero no había pasado por sus cabezas.