Después de varios minutos y muchas gesticulaciones el alcalde colgó el teléfono y sonrió a los recién llegados.
-Me ha dicho tu mujer que te esperara, que no estabas muy contento –dijo mientras encendía un enorme puro.
-Me acompaña el padre Xavier –dijo a modo de introducción- Éste es el alcalde, en Pere el posseït.
-Que gracioso el Joan de los cojones–respondió el alcalde que, ante la mirada de perplejidad del sacerdote, trató de explicarle- Es un apodo cariñoso que me han puesto los del pueblo. Traducido sería algo así como Pedro el poseído.
-Me temo que sigo sin entender –dijo Xavier que no comprendía nada- ¿Algún espíritu le está causando problemas?
El alcalde estudió la cara del sacerdote y no pudo descubrir si preguntaba en serio o en broma lo del espíritu.
-Al parecer los del pueblo consideran que mis ideas son… ¿extravagantes? –Preguntó mirando a Joan que asintió- Y han decidido ponerme ese apodo antes que llamarme directamente loco.