-Es lo que me parece más lógico –respondió Joan- No creo que quiera quedarse en un pueblo indefenso.
-Le sorprendería de lo que pueden llegar a hacer los políticos –le señaló Xavier- Su lógica se escapa a nosotros, simples mortales.
Joan sonrió ante aquel comentario.
-Los políticos son un mundo aparte en las grandes ciudades–respondió Joan- Pero en los pueblos todos nos conocemos, así que es más complicado que hagan su voluntad sin consecuencias. No son caciques y es difícil que hagan alguna tontería.
-Pero ahora estamos en uno de esos momentos.
-No me entienda mal, padre, escucharé el plan del alcalde pero lo que no me gusta es que no tenga las ideas claras. Lo más importante en momentos así es justamente tener claro lo que hay que hacer y no montar debates. O nos vamos o nos quedamos. Pero no podemos hacer las dos cosas.
Al cabo de unos minutos llegaron al ayuntamiento. Joan saludó a un par de vecinos que hacían guardia en la entrada y les indicó que el alcalde le estaba esperando. Cuando señalaron a Xavier les indicó que iba con él y que era un sacerdote… a pesar de su aspecto y su escopeta.
-Antes de entrar… -Joan dudó- En realidad la persona a la que vamos a ver no es el alcalde-alcalde del pueblo. Somos un pequeño municipio que dependemos de Selva, que es donde está el verdadero alcalde. Él es la máxima autoridad del pueblo y le hemos adjudicado localmente el título de alcalde, lo diga para que tenga claro la política detrás de todo esto.