-Pero no sé nada de este lugar o de sus características –se excusó Xavier- No quiero tener sus muertes sobre mi conciencia.
-Si nos quedamos aquí y no quiere ayudarnos con sus conocimientos… ¿no sería lo mismo? –Señaló Joan sonriendo- Venga, prometo que si morimos no le perseguiremos por el resto de la eternidad.
-Vigila ese humor negro tuyo cariño –intervino su mujer- No queremos agobiarle ni nada por el estilo padre, y no sé si mi marido hace bien en pedir consejo a un extraño, no se ofenda, pero si cree que usted puede poner algo de luz en el asunto le agradecería que lo hiciera.
-Supongo que no me queda más remedio –dijo Xavier esperando no tener que arrepentirse de su decisión- Al menos deme una vuelta por el pueblo para hacerme una idea de lo que quieren hacer.
-Cariño llama al alcalde y dile que voy a verle acompañado.