-No delante de los niños –le advirtió su mujer- Venga, niños, iros al piso de arriba a jugar o estudiar.
Las voces de queja no se dejaron esperar y llenaron durante unos minutos la casa hasta que Joan silbó y puso orden.
-Venga, para arriba sin rechistar niños –dijo dando un par de palmadas.
Los niños se quedaron en silencio, uno de ellos cogió a Cati y subieron las escaleras sin decir nada más.
-Padre Xavier creo que no les he presentado debidamente, ésta es mi mujer, Joana, sí lo sé, da para muchos chistes, pero bueno… Supongo que estará también interesado en lo que tiene que decir. Venga cariño, dame las malas noticias.
-Bueno, pues resulta que el alcalde cree que sería mejor acabar de fortificar el pueblo y resistir aquí –le contó Joana- Que arriba en el santuario estaríamos todos más incómodos y menos seguros.
-Así que lo que nos sirvió hace dos décadas ahora no es bueno para el señorito –se quejó amargamente Joan- Increíble. ¿Es que no sabe que no conviene quedarnos aquí? Estamos expuestos y nos pueden atacar por todas partes.
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