-Yo veo a Dios como a los bomberos, o la policía si le digo la verdad –le confesó Joan- Está ahí, y me reconforta saberlo. Y si no le veo ni tengo que acordarme de él…
-¿Pero no tendríamos que agradecerle las cosas buenas? –Preguntó Xavier.
-Ahí le he pillado. Si no quieren que consideremos a Dios culpable de las cosas malas que pasan, ¿por qué debemos hacerlo de las cosas buenas? –Preguntó Joan algo desafiante mientras comenzaba a bajar la montaña y girar por las curvas cerradas que le llevarían a su casa.
-Yo creo que Dios no es realmente culpable ni de las cosas buenas ni de las malas –dijo Xavier- ¿Tienen un motivo las cosas buenas o malas para que pasen? No lo sé. Tal vez sí, tal vez no. Pero creo que si culpamos a Dios de una cosa debemos darle gracias por la otra. O el vaso lleno o el vaso vacío.
-Es usted raro de cojones padre –dijo Joan- Así que cree que Dios o mete mano por todo o nos tiene olvidados.
-Yo no diría olvidados –respondió Xavier- Más bien… Trata de no interferir en nuestras vidas. Para bien o para mal. Aunque de vez en cuando se dan milagros, a lo mejor es la manera de Dios de mostrarnos su amor. Y los desastres y su no intervención otra manera de mostrarnos su amor. Nos deja a nuestro libre albedrío.
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