-Por supuesto que sí, padre, no se preocupe –le dijo Joan sonriendo- Entre que somos cazadores de fin de semana y siempre estamos preparados nos sobra munición. Aunque si le digo la verdad…
-¿Sucede algo? –Preguntó preocupado Xavier.
-Bueno, cuando estábamos revisando los zombis muertos, de nuevo, nos hemos fijado que había pocos… restos humanos –dijo Joan rascándose la coronilla- Quiero decir, habitualmente con una masacre de ese tipo suele haber una cantidad de casquería inmensa, pero sin embargo… la mayoría eran cadáveres.
-Usé una munición especial, punta hueca –le explicó Xavier- Destroza los cerebros rebotando dentro de la cabeza, los perdigones entran pero no salen.
-Me temo que no tenemos ese tipo de munición –se excusó Joan- Sólo perdigones redondos de toda la vida, no sé si le servirán.
-Por supuesto que sí –le dijo Xavier tratando de tranquilizarle- No tengo interés en volver a repetir ese espectáculo así que… supongo que tendré que conformarme. Mejor tener cualquier tipo de munición que no tener munición.
-Así se habla padre, así se habla, como un auténtico cazador de zombis –dijo Joan alegremente mientras entraba en el coche- Siéntese a mi lado. El trayecto no es muy largo, pero así podremos hablar un rato.
Xavier asintió y se acomodó en el asiento del copiloto y mientras se ponía el cinturón de seguridad se aseguró de tener a mano la escopeta y la mochila. El detalle no pasó desapercibido para Joan que sonrió.