-Sí que lo hará –dijo Xavier sonriendo- Tendría que leer los clásicos, o al menos ver las películas, la batalla de las Termópilas, un grupo reducido de espartanos contra el ejército persa. No vencieron, pero fue porque fueron traicionados y porque no tenían una escopeta automática.
-Al final murieron todos –respondió el vigía- Y no es mi deseo acabar igual.
-Vaya entonces corriendo a avisar al prior –dijo Xavier- Yo me quedaré aquí para cerrarles el paso mientras usted huye.
El hombre no se lo pensó dos veces y salió corriendo hacia el santuario mientras Xavier suspiraba. Quién podía culparle, era su vida, y lo más lógico contra los zombis era huir. Y no hacer aquello que estaba pensando.
Miró a su guía
-¿Tú no te vas? –Preguntó con cierta curiosidad- El prior dijo que volvieras enseguida.
-Si Dios quiere que muera aquí y hoy no habrá nada que lo impida –respondió el novicio.
-De acuerdo pues, trataremos de que no mueras hoy –dijo Xavier dándole unas palmadas en el hombro- ¿Y cuál es tu nombre a todo esto?
-Miguel –respondió el muchacho- ¿Cuál es su plan?
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