Xavier dejó en el suelo su petate de viaje y comprobó que su escopeta estaba cargada y con un cartucho en la recámara. Miró a su alrededor con cierto temor. Apenas había espacio para nada. Si los zombis llegaban hasta el muro de piedra no habría nada que hacer.
-¿Hasta dónde llega este muro? –Preguntó Xavier a sus acompañantes.
-A la izquierda hasta la estación de procesamiento de agua que está vallada y sigue varios kilómetros –respondió la persona que había estado vigilando la zona y había dado la voz de alarma- A la derecha llega hasta una propiedad privada, un coto de caza… aunque…
-¿Qué sucede? –Preguntó con cierta impaciencia Xavier.
-Bueno, hay un torrente que circula paralelo al camino, detrás del muro, es una caída de cuatro o cinco metros –continuó- Así que a lo mejor no tenemos que preocuparnos… si los zombis se caen no saldrán de ahí.
Xavier se asomó por encima del muro. Ciertamente entre tanta foresta había un desnivel bastante grande por el que circulaba el agua de un torrente. Tal vez sí, lo más sencillo sería dejar caer a los zombis ahí y olvidarse de ellos pero… esos monstruos no se caracterizaban por quedarse quietos sin hacer nada. Seguramente si eran lo suficientemente numerosos se caerían unos sobre otros hasta que hicieran una montaña inhumana y pasaran al otro lado del torrente.
Xavier miró a su alrededor y comenzó a correr paralelo al muro mientras seguía el rumbo del torrente. Llegó a una curva que estaba a medio kilómetro del edificio que se encargaba del tratamiento de aguas. Poco después de la misma había un puente que pasaba por encima del torrente. De manera que en esa zona pasado el puente no había caída entre el muro y el terreno al otro lado. Miró de nuevo a su alrededor. Tendría que ser ahí. Esa zona era la indicada para atraer hasta ahí a los zombis.
Sus dos acompañantes llegaron a su altura sin aliento y resoplando.
-Debemos huir –insistió el vigía- Antes de que los zombis lleguen. Una escopeta no hará nada.
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