Jornada 9. La Ira de Dios (36)


-Además, esto podría ser el Apocalipsis –señaló Mara encogiéndose de brazos- No es que haya muchas religiones que te metan el miedo en el cuerpo como la cristiana con respecto al fin del mundo.

-Así que estamos ante el fin del mundo –repitió Xavier cabizbajo.

Xavier regresó al presente y pasó su mirada por los asistentes a la misa. Todos parecían estar rezando para impedir otro fin del mundo, o su continuación. El prior trataba de darles ánimos explicándoles que Dios no les había abandonado y que simplemente era otra prueba más. Citaba a las escrituras, al ejército y al gobierno como su salvación. Todo iba a salir bien.

Pero esa gente no había visto lo que él había visto. Y era preocupante. No había estado en los inicios de la plaga. Tenía otras preocupaciones. Pero sí estuvo cuando las ciudades fueron abandonadas. Era cierto que el número de muertos vivientes que había dentro de las ciudades era numeroso, pero también lo era que no iban en grupos y que nunca había visto a más de una docena juntos. Era verdad que en una calle podía llegar a ver varias docenas de zombis. Pero la gente no parecía entender que eso no era nada. Les costaba visualizar un centenar de zombis juntos. ¿Cómo explicarles que no estarían seguros?

¿Cómo decirles que si lo de la isla era sólo un primer paso no tenían ninguna esperanza? ¿Cómo decirles que se imaginaran un campo de futbol lleno de 50.000 personas? Y que luego se imaginaran el equivalente a cientos de campos de fútbol llenos de cadáveres ambulantes deseosos de hincarles el diente a los vivos. Era un número que no se podía imaginar. Una imagen de pesadilla que él había visto en África.

Por algún motivo, Xavier dudaba de la afirmación del prior de que todo iba a salir bien. No, al mundo sólo le esperaba su final. Sólo que los vivos se negaban a verlo. Y dudaba que los más creyentes estuvieran a salvo de ese genocidio. Bueno, los más ricos seguramente estarían a salvo en sus refugios, ¿habrían construido esas famosas ciudades subterráneas que los más apocalípticos describían? ¿Cómo iban a librarse de la plaga igualmente? Xavier no pudo evitar sonreír. Era el fin del mundo, pero nadie quería verlo y todos tenían la esperanza de que al final vendría un ángel desde los cielos para llevarles al cielo y salvarles.

La misa acabó y todos se dirigieron a desayunar tratando de olvidar la tragedia que otros estaban viviendo. Porque al fin y al cabo, mientras los zombis no llegaran al santuario el problema sería de otros.

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