El prior hizo una pausa.
-Las noches de luna nueva eran las peores –recordó éste- Total oscuridad. No se podía ver nada. Y eso implicaba que debíamos tener cuidado con las luces en el santuario. Es cierto que podemos ver varios kilómetros a nuestro alrededor, pero en una noche oscura cualquier luz podía delatar nuestra posición. Poníamos trozos de cristales en los accesos de manera que el ruido al pisarlos alertara a los centinelas en la oscuridad. O los típicos hilos con botes llenos de piedras… Esas alarmas en esas noches eran muy importantes ya que no teníamos otra manera de ver venir a los zombis.
>>Es curioso cómo ha evolucionado la tecnología gracias a los zombis –dijo pensativo el prior- En aquellas noches las linternas eran indispensables. Recuerdo su tamaño. Eran gigantescas, y las pilas que usaban… eran como mi puño cerrado. Y ahora en cambio… las linternas son tan pequeñas como mi dedo meñique pero iluminan a cientos de metros. Por no hablar de las que tienen una manivela para cargarlas, o las pilas recargables… toda esa tecnología… dudo que existiera hoy en día si los zombis no hubieran aparecido.
Xavier asintió. La tecnología había evolucionado muy rápidamente cuando la sociedad se estabilizó de nuevo. Sobre todo la industria armamentística, que con la excusa de investigar nuevas maneras para ayudar a la gente a defenderse, había gastado millones en nuevas maneras de matar zombis. Nuevas clases de munición, armas más sencillas de manejar… pero a cambio había ganado mucho más dinero e influencia en la sociedad. Y los contratos con los militares habían sido muy suculentos.