Gerald se quedó en silencio durante unos segundos. ¿Cómo demostrar que no era cierta esa afirmación? ¿O lo era? La verdad es que tampoco es que le importara demasiado lo que los demás pensaran de él mientras pudiera sobrevivir. Así que para qué complicarse la vida.
-Lo que tú digas, Pep –dijo quitándole importancia.
-¿Qué planes tienes ahora? –Preguntó Pep que no parecía tener intención de dejarle tranquilo.
-Dado que el portaaviones se ha ido a pique –hizo una pausa esperando que Pep captara el chiste, no le pareció hacerle gracia- Su vigilancia marítima y aérea se resentirá. Así que o bien esperaré tranquilamente en el hotel a que todo esto se acabe o bien trazaré planes para abandonar en breve la isla. Depende del tiempo y del humor del que esté cuando salga de aquí.
¿Y estás seguro que la situación del portaaviones es estable? –Insistió Pep- ¿Qué no hay ningún peligro?
-Seguro, seguro no hay nada en esta vida, fíjate que ya ni el morirte es seguro –respondió Gerald- Pero si veo que hay algún peligro ya te avisaré. No hicimos el hotel a prueba de radiación, ¿verdad?
-No, no lo hicimos –respondió Pep algo molesto por el tono que estaba usando Gerald, tan casual que parecía que no le importara nada.
-Eso pensaba, en fin, nadie es perfecto. Quién se iba a esperar que los muertos resucitaran así que…
-¿Tienes alguna noticia más que me arruine el día? –Preguntó Pep que parecía darse por vencido finalmente.
-Si pienso en algo ya te lo comunicaré –respondió Gerald sonriendo.
Luego siguió con la vista a Pep mientras abandonaba la estancia. Podría haber ido mejor la verdad. Esperó pacientemente a que las enfermeras vinieran a hacerle las primeras pruebas de la larga semana que debería pasar ahí encerrado. Daba igual. Al estar aislado todo el mundo le dejaría tranquilo y podría trabajar en sus próximos proyectos: Salir de la isla y tratar de averiguar qué había pasado en el portaaviones, con Mara y con Doc.
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