-Con dos cojones, que decimos en mi tierra –comentó Vázquez mientras miraba el helicóptero que seguía esperando- ¿Y qué hay en todo esto para mí?
-¿Ser mi amigo? –Dijo a modo de broma Gerald- Te deberé un gran, gran favor, como mínimo, además seguro que podemos encontrar alguna manera de contentarte.
-Eso está mejor –respondió Vázquez señalando el helicóptero- Pues nada, le indicaré al piloto que nos conecte por un canal privado y con el ruido de las aspas nadie más podrá escucharte insultar al noble idioma español mientras lo escupes.
Gerald asintió y se dejó acompañar por Vázquez al interior del helicóptero. Se sentó entre cuatro soldados en el sitio más seguro del vehículo. En medio. Enfrente tenía otros tres soldados, entre ellos Vázquez que le indicó los auriculares que tenía detrás y le señaló con los dedos el canal tres.
Nada más se hubo puesto los cascos el helicóptero despegó y reinició su marcha rumbo al portaaviones. Gerald pudo comprobar lo relativo de la velocidad dado que en unos segundos dejaban atrás la ciudad y debajo suyo sólo había agua… y diversas embarcaciones hundidas o quemadas.
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