Gerald pudo escuchar más gritos y más disparos a través de los altavoces mientras observaba la pantalla y cerraba los puños resignado. Finalmente, pudo ver cómo el helicóptero parecía volar sin rumbo y perder altura a gran velocidad. Y antes de que pudiera decir nada por el micrófono el aparato se estrellaba contra un edificio de los que había en primera línea del Paseo Marítimo. Parecía un edificio de oficinas, por lo que, en teoría, estaría vacío, pero era lo de menos. Rápidamente comenzó a arder y Gerald sólo podía observar.
Sin tener nada más que hacer en la sala de operaciones salió andando a paso apresurado sin dejar tiempo a Pep a decir nada. ¿Qué podía decir? ¿Que lo sentía? Su piloto y su aparato habían muerto en una operación de rescate que no había servido de nada salvo para causar más muertos y problemas. Y ahora tenía un medio de transporte menos que poder usar para escapar de aquel infierno. Tendría que haber dicho que no desde el principio. Eso era lo que pasaba cuando pensaba con el corazón y no la cabeza, que todo se iba a hacer puñetas.
Se encerró en su habitación para acabar de preparar el nuevo rescate. El de Mara. Al menos ése lo había planeado él completamente y sabía que las posibilidades de éxito eran mayores. Escribió las órdenes oportunas, las instaló en los servidores y esperó a que se hicieran oficiales mientras tomaba un trago. Ahora no paraba de pensar que lo que había pasado era un mal augurio. Que su misión estaba condenada al fracaso.
Tal vez sería mejor dejar a Sarah con sus sobrinos después de todo. Por si algo salía mal. Sabía que los defendería con su propia vida. Y sin el helicóptero a mano… Tal vez habría que comenzar a pensar en internarse en la isla y pensar sólo en él y los suyos… ¿y si la plaga llegaba al hotel? No había manera de saber qué estaba pasando. Recordaba que el piloto había dicho que uno de ellos se había transformado delante de sus ojos. No entendía nada.