-Eso intento jefe, ¡joder!
-¿Qué sucede? –Preguntó Gerald alarmado.
-Una bala ha alcanzado los instrumentos y otra mi brazo derecho –le comunicó el piloto- Y el zombi sigue vivo. ¡Dele en la cabeza, carajo! ¡Y no disparen al piloto!
Gerald seguía buscando al helicóptero con las cámaras pero no tenía suerte. Ahora había otro peligro y era que si el aparato no aterrizaba seguramente se estrellaría en la ciudad con lo que eso implicaba.
-Sabía que tenía que haber puesto una cámara en el helicóptero –dijo Gerald entre dientes.
Finalmente una de las cámaras que había para controlar el tráfico en el Paseo Marítimo le permitió ver cómo el helicóptero se zarandeaba de un lado para otro. La cámara no le permitía ver mucho más. Su zoom no estaba diseñado para acercarse tanto.
-Déjate de tonterías y aterriza –repitió Gerald a través del micrófono de la radio- Como te estrelles en medio de la ciudad vas a causar una buena.
-La culpa es del imbécil último que ha subido que no deja de pegar gritos y disparar a ciegas –respondió el piloto gritando a su vez.
-Pon el aparato en automático y usa tu pistola –le grito Gerald.
-Joder, le acaba de morder en el cuello al compañero –relató el piloto- y está llenando todo de sangre. La leche, no puedo ver nada.