-No lo sé –respondió Pep- Quisiera poder dejarles entrar en el hotel, pero como has señalado antes podría ser peligroso mientras no sepamos qué ha pasado. Lo ideal sería poder vigilarles y comprobar si lo que sea que ha infectado a los demás lo tienen ellos o no.
A Gerald no le gustaba todo eso. Se le había pasado por la cabeza una solución pero era igual de peligrosa e implicaba poner más medios en peligro. Se odiaba a sí mismo pero…
-Está bien, es posible que tenga una solución –dijo finalmente enfadado consigo mismo.
Pep y Carlos le miraron expectante uno y con curiosidad el otro.
-El helicóptero está aparcado en el yate en el puerto –dijo- Y podría ubicar ahí a los supervivientes a la espera de ver qué ocurre con ellos.
-Eso sería fantástico –dijo Pep más animado.
-Permanecerán encerrados en distintos camarotes. Incomunicados. Hasta que comprobemos que no hay peligro –comenzó a enumerar Gerald- No irán armados y si sale algo sale mal no dudaré en ordenar sus muertes. ¿De acuerdo?
Pep no tuvo que pensárselo. Sabía que las condiciones de Gerald eran leoninas cuanto menos, e injustas pero comprendía sus motivos y además, no se le ocurría otra solución en aquel momento.
-Muy bien, ¿cuándo puede estar listo tu piloto? –Respondió Pep.
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